Cifras inflamables
Apropósito de las “cifras frías” que causan urticaria cerebral, propongo otras que de seguro causarán calentura. Son los números del negocio estatal de expendio de combustibles que funciona en un modelo prehistórico, propio de gobiernos que no tienen noción del dinero, ni de las consecuencias del mal uso de este.
Los precios de los derivados y del crudo se mueven en la misma dirección. Los saldos en la cuenta de comercialización de derivados varían en función de estos movimientos. Si el precio del barril de petróleo se cotiza en $41 (como lo fue en 2015) el saldo en la cuenta de comercialización es negativo en $1.713 millones; si, en cambio, el precio es de $98 (2012) la pérdida es de $3.406 millones. Entre 2007 y 2017 el precio promedio por barril fue de $72 y las pérdidas sumaron $25.000 millones. Dicho de otra forma, por cada $1 que Petroecuador gastó en la compra de los combustibles, recuperó $0,54 (centavos) por concepto de venta de los derivados. Las pérdidas fueron cubiertas con deuda externa, la cual se incrementó, y no es coincidencia, en $25.000 millones durante los gobiernos de Correa y Moreno.
Anualmente Ecuador importa el equivalente a 54 millones de barriles de derivados: 19,5 millones corresponden a gasolina, 24 millones a diésel, y 10,5 millones a GLP. Entre 2007 y 2017 las importaciones de gasolina y diésel subieron en 12 millones de barriles cada uno; el consumo de GLP se mantuvo virtualmente estacionario con un incremento de 800.000 barriles equivalentes. El GLP, en otras palabras, llegó a un punto estacionario al copar su uso como gas de cocina. El consumo de gasolina se mide por el número de kilómetros recorridos y depende del tamaño del parque automotor. Respecto del diésel, la mitad se destina para generar electricidad; la otra mitad se destina al transporte de carga y pasajeros.
¿Es la diferencia entre
Son los números del negocio estatal de expendio de combustibles que funciona en un modelo prehistórico, propio de gobiernos que no tienen noción del dinero’.
compra y venta un subsidio? La respuesta es variopinta. El GLP (20 % del consumo) es un subsidio virtualmente estático y con visos a bajar. En la gasolina (36 % del total) los aranceles incrementan los precios de los automóviles en 100 % por sobre los precios internacionales (excepto por la industria de ensamblaje local, que lucra tras de un muro de proteccionismo del que se benefician los ensambladores); el uso de vehículos está gravado por los impuestos a los consumos especiales, los verdes, los del rodamiento, a los repuestos y las matrículas: cargas todas que suman alrededor de $800 millones y anulan el efecto de “subsidio”. Respecto del diésel, hay subsidio en el transporte de carga y pasajeros (22 %), pero no existe subsidio alguno en electricidad debido a la estructura del consumo y de las tarifas que pueden llegar a $0,72 por kwh y castigan, además, a la agricultura, la industria y el comercio; existe también el “subsidio cruzado” que es un impuesto mañoso del 10 % al consumo.
El alza de los combustibles con fines fiscales y sin cambiar el desastroso modelo de comercialización es improcedente. ¿Qué parte de bajar el gasto público a un nivel sustentable dentro de un Programa Económico idóneamente concebido no entienden? Hay una real crisis de iniciativa en materia de política económica y se sigue perdiendo el tiempo con argumentos baladíes.