HISTORIA
Hasta julio del próximo año, las jóvenes además participarán en actos cívicos y en las fiestas navideñas y en honor a los niños y adultos mayores de sus sectores.
Hoy, a pocos días de haber culminado las fiestas, EXPRESO, para cerrar con broche de oro, dialoga con cuatro jóvenes sobre el rol que deben desempeñar desde sus cargos. Y es que quizás no todos lo sepan, pero ser la reina de un vecindario, como lo explican, no es solo ser la cara bonita de ese pedazo de tierra al que representan; es efectuar trabajo social y obras que vayan en beneficio de los niños y su comunidad.
Annabel Riera, de la ciudadela la FAE; Valentina Arias, de La Atarazana; Valeria Miño, del barrio Las Peñas; y Tatiana Yagual, que fue elegida como la Criolla Bonita del festival de la Calle 8 de la Ferroviaria, son las soberanas con propósito. Todas son menores de edad, ninguna tiene más de 17 años, pero sus planes reflejan una adultez inesperada que hace hincapié en la tolerancia y el respeto como instrumentos claves para una sana convivencia en sus zonas.
Las cuatro están enfocadas en recuperar la vida de barrio y esos espacios que, entienden, les pertenecen. Las cuatro, asimismo, tienen clara la problemática de las drogas. Quieren alejar a los chicos de ellas, eso sí, con metodologías diferentes. Riera, Miño y Arias, con charlas y actividades culturales que los ayuden a alejarse de las calles y los motiven a compartir más con sus familias; y Yagual, con acciones deportivas.
“En la Ferroviaria, una de las zonas más concurridas por los habitantes, incluso de ciudadelas aledañas, es nuestro parque. Mi propósito entonces está en compartir e impulsar la mayor cantidad de acciones que pueda”. Esto sumado, dice Yagual, a las tareas que ‘de cajón’ apoyan las Criollas Bonitas, que son elegidas siempre por la familia Pastor, que organiza el festival de la Calle 8 desde hace trece años. Entre ellas, la venta de fanesca y colada morada, obteniendo ingresos con los que el clan financia la velada.
Pero más allá de las tareas que deban realizar, las adolescentes dicen estar orgullosas de ser las figuras que simbolizan a sus barrios.
Tener una representante en cada rincón del Puerto Principal, opina Arias (y en ello coincide Silvia Vélez, fundadora de la Asociación Cultural del Cerro Santa Ana), permite mantener vivos los recuerdos. Y más que eso, unido al barrio, manifiesta Riera, al hacer hincapié en que desde su nuevo rol puede aprender más de su ciudad, historia y cultura.
“Podemos dar a conocer lo positivo de cada zona. Nuestros vecinos, gastronomía y naturaleza pueden trascender”. Y no solo en las fiestas julianas u octubrinas, argumenta Miño. “Si desde pequeños empezamos a valorar el rincón en el que vivimos y enseñamos al resto, a nuestras generaciones, a hacerlo también, tendremos una ciudadela completa, bonita y de bien. Nuestro fin es convertirnos en guías”.
Así estas chicas, que en su mayoría cursan los últimos años de colegio, han aceptado su título con ilusión y responsabilidad. Detrás de ellas, claro está, hay una familia entera que las apoya y que intenta, como precisan de forma unánime, que la experiencia no sea otra cosa que una vivencia enriquecedora que ayude a otros y las forme. Que las ayude a amar, mucho más, esa barriada que las vio nacer, dar sus primeros pasos, crecer.
Representan a cuatro KARINA ESPINOSA, madre de Annabel Riera NELSA CURBELO, madrina de Tatiana Yagual