El Morro y su templo se llenan de color, alegría y fe
La iglesia construida en el siglo XIX, ha tenido varias remodelaciones ❚ Se construyó con las mismas caracteristicas de la antigua catedral guayaquileña
EL DETALLE Turistas. Los fieles no solo llegan de los recintos, llegan de Estados Unidos, Guayaquil, España, ellos son los norteños que emigraron al extranjero. ROMERÍA
Bolívar Lindao, de 72 años, remarca que San Jacinto de El Morro es el verdadero nombre de la población y no simplemente El Morro.
Ícono y atractivo de estas fiestas es la antigua iglesia del pueblo, de singular arquitectura. Desde que los Cacao, los Guzmán y los Jordán, indios de Chanduy, llegaron a poblar esta zona y solicitaron al rey de Castilla de León de España, la construcción del actual templo, siempre se ha llamado así, comenta el hombre, mientras espera el inicio del pregón de apertura a los festejos patronales en honor al santo, una fiesta anual que se cumple entre el el 15 y 16 de agosto.
Frente al centenario templo, reconstruido en el 2009, entre los concurrentes hubo rezos y cánticos por el patrono, pero en medio del recorrido afloraron los recuerdos y algunos parroquianos contaron a EXPRESO retazos de la historia del imponente templo guayaquileño.
En algunos libros, historiadores también recopilan hechos sobre la estructura, como el haber sido construida bajo un cementerio; el haberse quemado en un incendio excepto la imagen de San Jacinto, entre otras historias.
En el recorrido se refresca la memoria de los morreños mayores, algunos de los cuales cuentan la historia de este legendario templo, cuya construcción se inició el 16 de junio de 1855 y culminó en octubre de 1868, es decir, 13 años después, según las investigaciones realizadas por el Banco Central.
Rigoberto Vega tiene 85 años y habita en una antigua casa de las menos de seis que aún quedan en la parroquia. Él señala que al templo le queda un 45 % de sus piezas originales, desde que fue reconstruido por la Fundación Siglo XXI del Municipio de Guayaquil.
De los 17 altares que tenía, cada uno con su santo, solamente queda el principal, que es el de San Jacinto. De las imágenes coloniales aún se conservan diez en estado regular, el resto se ha ido perdiendo, deteriorando.
San Salvador, la Virgen del Rosario, Santa Rosa de Lima, el cuadro de La Verónica, La Dolorosa, el Cristo del Consuelo, entre otras imágenes que permanecen recostadas sobre las actuales paredes de ladrillo, que data desde hace unos 300 años, aún escuchan las oraciones de sus devotos, según asevera Magdalena Chalén, de 80 años. Ella asegura que recibió los sacramentos en la pila bautismal que se conserva en la iglesia, aunque está deteriorada.
Durante 50 años la parroquia no tuvo párroco y las mi- sas eran esporádicas. Solo las daban cuando iban sacerdotes de Playas y en las fiestas de San Jacinto, recuerda Rigoberto Vega. Hace unos 3 años se celebran misas regulares.
Lorgia Vega, gestora cultural de la parroquia, menciona que cuando se edificó el templo no era solo para cultos, también era el cementerio de la gente de abolengo, aunque los pobres también tenían cabida. A los primeros los enterraban en la base de los pilares y a los segundos, bajo el entablado del piso, señala.
José Chalén, carpintero que trabajó en la reconstrucción, afirma que las osamentas encontradas fueron enterradas en una fosa común en la parte de atrás del templo. “Ahí deben estar”, cuestiona el parroquiano.