ES LA OPERACIÓN
Nécora que marcó el inicio del fin del clan, cuando sufrió su primer revés judicial luego de la delación de un colaborador.
das de heroína. Los Charlines crearon la escuela de la que salieron otros históricos. Trabajar para el clan era como hacer un máster en el negocio ya que tenían los mejores contactos en Colombia y Marruecos, y no necesitaban intermediarios. Su flota de barcos fue la primera que comenzó a surcar el Atlántico con el Halcón II y el Rand a la cabeza, los buques insignia, y contó con el grupo de transportistas más experimentado de aquel entonces.
A finales de los 80, los dos cabecillas del clan ya habían incorporado a sus hijos en el negocio del narco hasta que la cárcel los separó. José Luis fue detenido en Portugal antes de que Manuel cayera en la redada de la Operación Nécora, de la que salió impune. Comenzaba una nueva etapa para el clan, con decenas de empresas y un patrimonio que superaba los 30 millones de euros. Mientras tanto, dos de sus barcos, el Rand y el Del Sur, continuaron haciendo sus travesías desde Panamá, a través de Cartagena de Indias, donde cargaban la cocaína, hasta Galicia, donde las planeadoras descargaban impunemente la droga.
En pleno proceso de la Operación Nécora, el clan afrontó su primer revés judicial cuando el transportista de la organización, Manuel Baúlo, y uno de sus hijos delataron a sus jefes ante el juez Baltasar Garzón. Unas confesiones que le costaron la vida de Baúlo en 1994, cuando fue tiroteado por unos sicarios colombianos en su casa de Cambados (Pontevedra) durante un permiso carcelario. Aunque se libraron de la acusación de ser los autores intelectuales del asesinato de Baúlo, las declaraciones de este como testigo de cargo sirvieron para que Charlín y su hija Josefa fueran condenados por un transporte de 600 kilos de cocaína.
Desde entonces, Charlín, junto a sus seis hijos y parte de sus nietos, asumió los mayores varapalos judiciales con el decomiso de casi todos sus bienes. Solo consiguió salvar parte de sus empresas que fueron embargadas y que pretendió recuperar luego pujando en las subastas. Una presunta estafa que todavía está pendiente de resolución en los tribunales, después de que 2010 se destaparan otros 15 millones de euros que el clan tenía en cuentas bancarias en Suiza y en cocederos de marisco en China. Ese golpe a sus finanzas probablemente pesó en la decisión de prolongar la incombustible carrera de Los Charlines en el narcotráfico.