La diferencia
Es imposible amar lo que no se conoce y eso es precisamente lo que ocurre con nuestra famosa interculturalidad, marcada por diversos puntos de vista que, gracias a la Ley Orgánica de Comunicación (LOC), solo se han quedado en la anécdota y en el folclor.
Durante los últimos cinco años, los medios se han visto en la obligación de publicar informes tan discriminatorios como la confección de ponchos, sombreros y alpargatas indígenas, para cumplir con la norma.
Lo más lamentable es que esto no obedece a la falta de una agenda periodística, sino a la aplicación del artículo 36 de la LOC, que ordena a los medios destinar el 5 % de sus espacios a contenidos interculturales y que además los condena a pagar una multa del 10 % de su facturación trimestral en caso de no hacerlo.
Las notas deben cumplir con unas características específicas, creadas por los autores de la ley, que reducen el ámbito de acción de los reporteros a la cosmovisión, cultura, tradiciones, conocimientos y saberes ancestrales de los indígenas, afroecuatorianos y montuvios, lo cual está más relacionado a lo multicultural que a lo intercultural.
La diferencia radica en que el primero visibiliza solo la diversidad en general, mientras que el segundo analiza el diálogo e intercambio comunicacional entre todos los actores culturales en igualdad de condiciones.
La interculturalidad no es solo una cuestión indígena o montuvia, también está relacionada con la diáspora venezolana o con las tribus urbanas. El concepto es tan complejo que no se lo puede resumir en una ley viciada de errores que transgreden normas internacionales.
En consecuencia, ¿sería justo destinar el 5 % del espacio mediático para estigmatizar y condenar al pasado a las 15 nacionalidades que integran este país? La respuesta está en manos de los legisladores que debaten las propuestas de reforma a la LOC. Ellos decidirán si por fin construimos un concepto de ecuatorianidad desde la educación o seguimos pensando al país como si fuera una hacienda.