En los albergues, los migrantes empiezan a organizar su nueva rutina
Los venezolanos dicen estar contentos por haber dejado su país
Cherlie Rodríguez llegó a la terminal de Carcelén con sus dos hijos, Jean y Sofía. Viajaron desde Puerto Ordaz, en Venezuela. “Fue muy difícil, la niña convulsionó dos veces. Su condición no le permite caminar tanto”, relató a este Diario.
Sofía, de 10 años, tiene epilepsia y psoriasis. El camino, dijo, fue angustioso por la posibilidad de perder a la pequeña por no tener asistencia médica. Jean sufre de bipolaridad, condición certificada por un psiquiatra, asegura la madre. Cherlie trabajaba como marina mercante, luego fue peluquera, pero terminó ‘huyendo’ de Venezuela. “Si no hay dinero para comer, menos para arreglarse el pelo”, comentó tratando de mantener el buen humor.
Ellos irán a un refugio temporal y luego se gestionará una casa y la posibilidad de un trabajo, dijo Eduardo Febres Cordero, representante del Colectivo Venezolanos en Ecuador.
En los albergues, los venezolanos también empiezan a organizarse. Unos limpian, mientras otros cocinan. Dayana Morgado lleva cuatro días en Ecuador y es la primera vez que duerme bajo un techo. Las noches pasadas lo hizo en una carpa de plástico en Carcelén. Ella no se arrepiente de haber salido de Venezuela: pese a su situación prefiere estar en Quito que en su ciudad natal.
Lo mismo opina Amarely Rojas, que tiene ocho meses de embarazo y vende caramelos en la calle. La incomodidad de pernoctar en la vía pública le provocaba dolores. Dijo sentirse tranquila, pese a que en el albergue solo podrá estar durante cinco días.