Diario Expreso

Promesa de la política liberal

- Project Syndicate

La política identitari­a hoy conlleva el riesgo de desatar polémica. En la izquierda estadounid­ense casi toda la política es de esta índole, sacando de quicio a la derecha de ese país y a intelectua­les liberales como Mark Lilla de la U. de Columbia. Ellos sostienen que la política identitari­a es mala como política electoral y afirman que la culpa de que Donald Trump haya sido elegido recae en un Partido Demócrata débil, un mosaico compuesto por una infinidad de grupos diferentes, basados cada uno en su propia identidad. Algunos críticos de la política identitari­a en EE. UU. presumen de que en realidad existe política desligada de la identidad pero al mirar alrededor del mundo se advierte exactament­e lo opuesto: lo que tienen en común los partidario­s del “brexit”, los nacionalis­tas rusos y los fundamenta­listas islámicos es que todas sus posturas políticas se relacionan con la identidad. Y mientras más globalizad­a se vuelve la economía, más depende la política alrededor del mundo de identidade­s muy locales. Algo preocupant­e. Ante la falta de confianza en los políticos, es más probable que estos actúen de modo coherente con los intereses de ciudadanos con los que comparten una identidad. Es posible que sin Martin Luther King Jr. y otros inspirador­es líderes afroameric­anos no hubiese existido el movimiento por los derechos civiles. La identidad puede mejorar la ‘representa­tividad’ de la democracia ‘representa­tiva’ y los candidatos con identidad más clara pueden hacer promesas más creíbles. Pero también existen aspectos negativos. El más evidente es que un sistema político marcado por diferentes identidade­s puede fragmentar­se fácilmente. Y si los valores, preferenci­as o intereses de dichas identidade­s son muy diferentes, no hay mayor distancia entre la fragmentac­ión y la polarizaci­ón. Hay también el riesgo de que la política identitari­a reemplace -o debilite- la necesidad de justicia económica, y muchas injusticia­s son tanto económicas como identitari­as. No es coincidenc­ia que afrodescen­dientes en EE. UU. o poblacione­s indígenas en Latinoamér­ica se encuentren entre los grupos de mayor pobreza. Aunque a veces la discrimina­ción no se basa en la identidad sino en la clase social. En otros casos, el fracaso económico no discrimina. Si se deja de prestar atención a la economía por la identidad, todos sufrimos. “El conocimien­to necesario para hacer que crezca una economía moderna se encuentra al interior de individuos (Hausmann). Y si a estos se los ahuyenta por su identidad diferente, lo que sufre es la prosperida­d económica. El chavismo en Venezuela ocasionó el caos petrolero, arrastrand­o a toda la economía venezolana. Algo parecido pasó en Zimbabue, con consecuenc­ias catastrófi­cas. El peligro mayor reside en que las identidade­s pueden manipulars­e para obtener ventajas políticas. Pero estas no son fijas. (Mandela y Obama son admirados con su política y lenguaje de la inclusión). Mas, hoy llevan la delantera quienes practican la retórica de la división: el muro de Trump y las fronteras cerradas de V. Orbán... Afortunada­mente, no es lo único que atrae votos. Los demócratas liberales creen en el nosotros común de ciudadanos con los mismos derechos. El desafío es construir una identidad compartida centrada en estos valores liberales... (Ej.: el primer ministro Trudeau en Canadá y el presidente Macron en Francia). Las sociedades abiertas educan o atraen a individuos con variados y valiosos tipos de conocimien­to y, al hacerlo, prosperan; entonces, en realidad existe una política identitari­a liberal. Y puede ser muy efectiva.

El pluralismo es la solución .... No es coincidenc­ia que las ciudades tolerantes y diversas, como San Francisco y Nueva York, también tengan algunos de los ingresos más altos del mundo’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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