Diario Expreso

Un lugar para bien morir

- MELISSA GAVILANES MOREIRA gavilanesm@granasa.com.ec ■ GUAYAQUIL MÓNICA DAHIK Vicepresid­enta de la institució­n

Reza todos los días: cuando se levanta, a las 11 de la mañana y antes de dormir. No hay día que no lo haya hecho, desde que su mamá se lo enseñó, asegura.

Pero entonces, desvía la mirada en señal de que un recuerdo llega a su mente: sí, hubo un día, se contradice. Fue a los 12 años que perdió su rosario y por ello no cumplió su rito. Al día siguiente su mamá le compró uno nuevo y desde entonces, Tránsito Díaz ora cada día de los últimos 84 años de su vida.

Les damos calidad de vida y calidez en sus últimos días para que ellos puedan tener una muerte digna.

Díaz, quien trabajó como obstetra durante su juventud y a la que se la conoce en el centro como Tía Chito, es una más de los pacientes albergados en la fundación Ayuda para Enfermos Incurables (AEI). En la institució­n se encargan de proveerle alimento, medicinas y calor de hogar a las decenas de personas, que, como ella, padecen alguna enfermedad catastrófi­ca.

El albergue funciona desde hace más de 30 años y por sus camas han pasado decenas de personas, que agonizante­s solicitaro­n ayuda de la fundación. Según Mónica Dahik, vicepresid­enta del centro, la idea original es del doctor Pablo Zunino, actual presidente, que conmovido por la necesidad de aquellos que no tenían dónde pasar sus últimos momentos, decidió, junto a la ayuda de varios voluntario­s, iniciar este proyecto.

“Al principio solo eran 4 camas al sur de la ciudad”, indica Dahik, quien también es una de las fundadoras. Tiempo después, el número de enfermos crecía, lo que los llevó a cambiarse de sede varias veces, hasta que recibieron un edificio en comodato.

Algunos enfermos estaban en el centro solo horas, otros días o hasta meses. Todo dependía de cuando llegara su muerte, sin embargo, ahora los pacientes tienen mayores esperanzas de vida y por ende pueden pasar hasta años en el centro. Y cuando las familias no aparecen, son ellos quienes los sepultan en terrenos cedidos por la Junta de Beneficenc­ia. “Algunas veces se cree que si se muere alguien enfermo, es más fácil asumirlo que cuando muere repentinam­ente, pero no. Duele exactament­e igual”, señala Dahik.

Es así como en este centro la muerte es una constante que lejos de hundir en el dolor a sus promotores, impulsa a abrir las puertas a otros necesitado­s para que puedan morir dignamente.

EL CASO DIFERENTE son albergados en la fundación. De ellos, 8 son niños con condicione­s irreversib­les.

 ??  ?? Rehabilita­ción. Al principio pintaba con la boca. Voluntaria­do. Para acompañar a los residentes, llegan alumnos de carreras como enfermería, que realizan allí sus prácticas.
Rehabilita­ción. Al principio pintaba con la boca. Voluntaria­do. Para acompañar a los residentes, llegan alumnos de carreras como enfermería, que realizan allí sus prácticas.

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