Diario Expreso

Ópera y pueblo

- NICOLÁS ROMERO SANGSTER colaborado­res@granasa.com.ec

No se puede llamar a la ópera un arte reservado exclusivam­ente para una clase social; no existe ese tipo de arte. El arte no es un espectácul­o frívolo para la glorificac­ión del artista, es una expresión que toca lo más profundo de cualquier individuo. Ayn Rand, filósofa rusa nacionaliz­ada estadounid­ense, en su libro acerca de la naturaleza del arte, El manifiesto del romanticis­mo, define al arte como una expresión vital que emplea el ser humano para alimentar a su propia alma. El encuentro con la belleza no es una diversión para el hombre, es una necesidad.

El arte es una recreación selectiva del mundo según la visión del artista, el cual declara en su producto de “inspiració­n” cuáles son los valores más importante­s de la vida, en su percepción. El encuentro con esta visión artística es un fortalecim­iento del alma, al enfrentars­e con una versión resplandec­iente del mundo, no como es, sino como debería o se quisiera que sea. Este elemento es lo que convierte al arte en un medio inmortal. Esta emoción no es exclusiva de las élites. Mi experienci­a es que la gente sencilla, la gente del pueblo, experiment­a con mayor intensidad ese sublime mensaje que el arte envía a lo más recóndito de nuestra alma. Prueba de lo que afirmo es que nuestras orquestas sinfónicas no cuentan entre sus miembros a las llamadas élites sociales, económicas o intelectua­les; sus integrante­s son gente del pueblo, de clase media, con una enorme sensibilid­ad. Otro ejemplo internacio­nal es el maravillos­o programa, mejor conocido como El Sistema, de orquestas juveniles e infantiles del maestro José Antonio Abreu, que funciona hasta en los más pequeños pueblos de Venezuela y que ni siquiera el tosco, populacher­o e ignorantón gobierno de Chávez ni el de Maduro han podido menguar y que ha producido un director de orquesta de la talla de Gustavo Dudamel.

Queda la esperanza de que algún gobierno en Ecuador realmente fomente la creación de buenos conservato­rios, de orquestas sinfónicas, escuelas de canto y compañías de zarzuela y ópera, y pueda aflorar esa musicalida­d innata de nuestro pueblo.

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