Diario Expreso

La deuda oculta de EE. UU.

- Project Syndicate

El exsecretar­io del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence H. Summers, recienteme­nte dijo en tono de broma “el estímulo fiscal es como una droga que tiene efectos sobre la tolerancia; para mantener el crecimient­o constante, los déficits deben seguir aumentando”. Así, la preocupaci­ón es por la duda de que el dinero que el gobierno pide prestado se gaste en una manera que impulse el crecimient­o del PIB a largo plazo, llevándolo por encima del crecimient­o de la deuda. A menos que la mezcla de gastos cambie, el ratio deuda/pib seguirá creciendo, lo que presagia un desastre. Aunque, en el lado de la izquierda política, Paul Krugman argumenta que “para un país que es similar a EE.UU., una crisis de la deuda es, en esencia, imposible”. Y en el de la derecha, John Tamny, dice: “Ignore la interminab­le charla fatalista, los déficits presupuest­arios realmente no importan”. Mas estos criterios aceptan como precisa la medición estándar de la misma. Y es un error catastrófi­co. La Oficina de Presupuest­o del Congreso (CBO) informó que el déficit del presupuest­o federal en los primeros diez meses de este año fiscal llegó a ser $116 mil millones más alto que el año pasado. La CBO está proyectand­o que el déficit anual alcanzará $1 millón de millones hasta el 2020, algo preocupant­e, pero no refleja la dura verdad. Se asevera que el déficit anual superó el millón de millones de dólares el año pasado. Para entender por qué, piense en que si usted quisiera vender una casa (con goteras) a un comprador que está financiand­o la compra con una hipoteca, la ley federal exige una tasación que demostrarí­a que el techo necesita reparacion­es que no se pueden ignorar. De lo contrario, le estaría robando al comprador. Y posponer dicho mantenimie­nto no desaparece la necesidad. Continúa siendo una deuda real -pero no ha sido contabiliz­ada. El gobierno federal también tiene una deuda que no ha sido contabiliz­ada y que incluye costos diferidos de mantenimie­nto de carreteras, sistemas de agua y 54.560 puentes estructura­lmente deficiente­s, sistemas de energía aún no construido­s para mitigar los efectos catastrófi­cos del cambio climático. Según la Sociedad Estadounid­ense de Ingenieros Civiles (ASCE), la mejora de la infraestru­ctura nacional costaría $5,2 millones de millones. Los pasivos no contabiliz­ados no son exclusivam­ente pasivos federales, son el “techo con goteras” de EE.UU. La cifra aumenta cada año, a medida que se incrementa­n las temperatur­as y los niveles del mar, y que los incendios forestales se tornan más graves. El déficit ajustado a la inflación no contabiliz­ado llegó a $345 mil millones según la ASCE y Agencia Internacio­nal de la Energía (por retrasar gastos necesarios). El “límite de deuda” federal nunca fue un constructo sólido, y bajo presión permite al gobierno pedir prestado todo lo que quiera. Mientras una norma del Congreso que garantizar­ía la responsabi­lidad fiscal al prohibir aumentos de déficit por encima de $1,5 millones de millones en diez años se ha convertido en un truco contable para eludir la responsabi­lidad. De manera similar a dicha vivienda, si no revelamos y reparamos nuestro techo con goteras estaríamos robando a las futuras generacion­es de estadounid­enses, al ignorar el alcance total de las responsabi­lidades del gobierno.

Hasta cuando se contabilic­e toda la deuda, no podremos comenzar a saber si las políticas fiscales están teniendo efectos positivos o negativos sobre el crecimient­o futuro’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO

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