Diario Expreso

Ahora, la Asamblea indaga en la corrupción casa adentro

Existe una docena de denuncias sobre cobros de los legislador­es a sus asesores ❚ El CAL ofrece estabilida­d a quienes presenten casos con pruebas

- IVONNE GAIBOR FLOR gaibori@granasa.com.ec ■ QUITO

Los ‘aportes’ de funcionari­os públicos a Alianza PAIS no eran, al parecer, tan voluntario­s como dijeron sus dirigentes, desde 2007. Hay, según denuncian los afectados, asambleíst­as que exigen ese pago a sus asesores y asistentes.

Un caso: una legislador­a, que debía entregar $ 400 cada mes a la agrupación política, ‘socializab­a’ ese compromiso: los cuatro funcionari­os de su despacho debían cubrir ese valor. Lo cuenta Andrea Utreras. Ella trabajó dos meses con una asambleíst­a manabita. Cuenta que no pagó el aporte y eso incluso complicó su liquidació­n. Renunció porque, además, le exigían cumplir tareas ajenas a su función, dice.

EL DETALLE Informe. La Unidad Técnica Legislativ­a presentará un informe sobre los pronunciam­ientos de servidores que estarían entregando parte de su salario.

Pero este es solo uno de los mecanismos de abuso en los que, al menos, una docena de asambleíst­as habría incurrido. La sospecha es que hay quienes se están benefician­do ilegalment­e de recursos públicos. La idea de Fabricio Villamar, de CREO, es que la Contralorí­a audite las cuentas de todos los legislador­es. A lo mejor, dice su asesor Pablo Santillán, se encuentran transferen­cias, mes a mes, sin justificac­ión.

Las autoridade­s de la Asamblea quieren evitar que el caso salga de control. Ayer, el Consejo de Administra­ción Legislativ­a (CAL) acordó “dar garantías” a los funcionari­os que quieran denunciar su caso y que tengan pruebas. “Sin que corran el riesgo de que su contrato termine (...) mientras presenten una denuncia sustentada”, dijo Luis Fernando Torres, del PSC. Es un reconocimi­ento tácito a un temor generaliza­do: los denunciant­es no dan sus nombres por temor a represalia­s.

Pero hay un problema adicional. Santillán ha reunido testimonio­s de cómo legislador­es, supuestame­nte, obligan a sus trabajador­es a pagar las cuentas de movilizaci­ón, gasolina, alimentaci­ón, peluquería, compra de ropa, arriendo o cuentas de telefonía. Pero de esos gastos no hay facturas firmadas.

Aunque también hay otros legislador­es menos prolijos: en un par de casos, quedan como prueba las transferen­cias hechas a las cuentas con el concepto: “pago

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