También me aburro ¿ Q
ué decir si te dan 74 líneas de un periódico, una sola vez, y tienes la intención de aprovechar el espacio para hacer que algo mejore? Pero, ¿qué? Hay tantos frentes abiertos que ya aburren. Me aburre descubrir, demasiado a menudo, que una sola persona con mucha o ninguna voluntad, tiene la capacidad de arruinar la existencia de los demás. Ya aburren los conductores de camiones que, confiados, pasan por debajo de un puente, lo quiebran y descolocan la rutina de cientos de familias durante tres días. ¡Un solo hombre! Ya aburren los líderes mesiánicos que, aferrados al poder, obligan a dos millones de personas a renunciar a sus sueños y buscarlos fuera de casa. Ya aburren los profesores, con una mente perturbada, que abusan de niños y les dejan una herida abierta para todas las décadas de vida que les quedan por delante. Ya aburren los hombres cobardes que niegan, bajo cualquier excusa, que la sociedad es machista y se escudan en que las feministas están locas o exageran solo para poder seguir viviendo en el puesto favorecido de la desigualdad. Ya aburren los presidentes que construyen muros y siembran xenofobia en las mentes de millones de personas. Ya aburren los solidarios que envían atunes tras los terremotos, pero no ceden el paso a los peatones cuando manejan o pitan irritantemente para que el vehículo de delante avance en un cruce, contribuyendo al caos y al estrés vehicular de todos. Ya
La sociedad está hastiada. Aburrida de que haya más personas restando que sumando. Que no caiga el reproche solo en los líderes porque, aquí, los que aburrimos somos todos. Cada uno en su parcela.
aburren los que deciden por otros quién y con quién es aceptable el matrimonio. Ya aburren los taxistas que, al oír un acento extranjero, elevan su tarifa y ensucian la imagen del país que se lleva el visitante. Ya aburren los sacerdotes que callan para encubrir los delitos de otros padres. Ya aburren los economistas iluminados que acorralaban a la prensa, alegando críticas infundadas, cuando solo pretendían acallar la voz que denuncia corrupción. La sociedad está hastiada. Aburrida de que haya más personas restando que sumando. Que no caiga el reproche solo en los líderes o en los representantes de cada grupo social. Porque, aquí, los que aburrimos somos todos. Cada uno en su parcela.