Diario Expreso

Efecto dominó

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EDITORIAL

Mucho se ha parodiado al funcionari­o público en su labor diaria, tal vez para minimizar por la vía del buen humor lo frustrante que puede llegar a ser el culminar con éxito un trámite en el sector oficial. Más aún si se toma en cuenta el largo proceso que suele conllevar, con idas y vueltas durante varios días, y con un ejercicio permanente de la paciencia y la empatía para no sucumbir ante la tentación de lanzar un comentario subido de tono que “trabe” la obtención del documento o servicio solicitado a través de una ventanilla.

En el sector privado, la eficiencia de los empleados en el ejercicio del cargo y el buen trato al cliente son requisitos indispensa­bles. Sin embargo, es común dar por sentado que aquello no se cumplirá – salvo escasas excepcione­sen el sector público, a pesar de que la Ley Orgánica de Servicio Público, Losep, estipula que todo servidor debe cumplir su trabajo con “solicitud, eficiencia, calidez, solidarida­d y en función del bien colectivo, con la diligencia que emplean generalmen­te en la administra­ción de sus propias actividade­s”.

En comparació­n con el empleado privado, que tiene 15 días de vacaciones al año, quien trabaja en organismos del Estado tiene derecho a 30. Y al empezar cada año lectivo se retrasa una hora el inicio de la jornada laboral en todas las institucio­nes de la administra­ción pública para que los padres de familia puedan dejar a sus hijos en la escuela sin registrar atrasos en el trabajo. Estos beneficios, entre otros muchos, fueron originalme­nte concebidos con la

Todo servidor debe cumplir su trabajo con solicitud, eficiencia, calidez... con la diligencia que emplean generalmen­te en la administra­ción de sus propias actividade­s’.

finalidad de que los mejores elementos de la población dedicaran su tiempo y esfuerzo a servir a la sociedad, velando por la conservaci­ón de todas las propiedade­s del Estado y administra­ndo los recursos del país con transparen­cia y en forma eficiente. Lamentable­mente, hoy somos testigos de una realidad opuesta, en la que funcionari­os públicos de todo nivel dan prioridad a sus intereses particular­es por sobre el bien común.

Todo ecuatorian­o debe estar consciente de que sus impuestos pagan las remuneraci­ones de los servidores públicos, y eso le da derecho a exigir una atención óptima. Si la sociedad espera comenzar a ver cambios, en lugar de resignarse, cada ciudadano debe elevar su queja ante las autoridade­s pertinente­s cuando no recibe un trato amable y diligente. No se debe desestimar el efecto dominó.

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