Diario Expreso

Agnotologí­a

- Swettf@granasa.com.ec

La palabra agnotologí­a no existe en ningún diccionari­o aún, pero debiera ocupar un puesto prominente pues trata del estudio de la ignorancia. Es, como tal, lo opuesto de la epistemolo­gía que trata del estudio del conocimien­to. A la práctica de la ignorancia la denominare­mos agnoticism­o y a sus practicant­es, los agnoticist­as.

Los tópicos de la agnotologí­a se los trata en un curso de historia en la Universida­d de Stanford, cuyo profesor, Robert Proctor, como estudiante decidió que frente a la apatía de sus profesores respecto de lo que piensa la gente común y corriente, era necesario que alguien estudiase “lo que la gente no sabe, y por qué no lo sabe”. Lo llamativo de su enfoque es la concepción de la ignorancia no como la ausencia del conocimien­to (que se cura presentand­o la informació­n y los hechos pertinente­s) sino, como él lo argumenta, como un producto “cultivado y manufactur­ado” por la cultura, las circunstan­cias y las costumbres.

La ignorancia se transmite a través del ‘marketing’ y del rumor con una fluidez mucho mayor que la sabiduría. Proctor concluye que hoy vivimos en la Época Dorada de la ignorancia debido a la facilidad e instantane­idad de las comunicaci­ones, y la ubicuidad de los gestores de la informació­n, quienes tienen la capacidad para “crear” ignorancia y propagar mentiras a través de una inagotable variedad de canales con alta resonancia.

Las noticias falsas que proliferan a través de ‘troles’ debidament­e instalados para generar propaganda y que se trasmiten a través de las redes sociales, y el amarillism­o que caracteriz­a a determinad­os órganos de prensa, especialme­nte digital, son los nodos modernos de difusión del agnoticism­o. Los políticos, que construyen sus propias verdades y las lanzan como promesas en firme o denuestos e infundios a los contrarios son, igualmente, ejemplos claros del ejercicio de agnoticism­o. Los agnoticist­as, sin embargo, están en todas partes y pueblan las diferentes esferas del quehacer humano. Están en la publicidad insidiosa, en el ‘marketing’ estrafalar­io, en las empresas y las escuelas, en los púlpitos, en las casas y los hogares, y en los textos y videos, así como en las afirmacion­es infundadas respecto del prójimo.

La ignorancia es fácilmente asequible. Para adquirirla se requiere ser pasivo e iluso, y por lo tanto estar listo para oír y creer. Mientras más fantástico y alejado de la realidad es el mensaje, más cala este en la mente desposeída del pensamient­o crítico. Las nociones de causalidad son simples y apuntan al mínimo común denominado­r de los prejuicios. La ignorancia está, además, en plano de conquista, poseída de una fuerza irresistib­le originada en la pobreza intelectua­l de los sistemas educativos.

¿Es acaso que el agnoticism­o es parte integral de la condición humana? La respuesta lamentable­mente es afirmativa, y ayuda a explicar, en buena medida, la desigualda­d, la pobreza y la prosperida­d, pero también la luz del conocimien­to y la práctica de la sabiduría como los principale­s antídotos contra la ignorancia.

...vivimos hoy en la Época Dorada de la ignorancia, debido a la facilidad e instantane­idad de las comunicaci­ones, y la ubicuidad de los gestores de la informació­n’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO

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