Diario Expreso

NAOMI OSAKA, MÁS SERENA QUE SERENA

- GUILLERMO REDACCIÓN C. ■

La veinteañer­a japonesa le ganó la final del US Open a la menor y más exitosa de las hermanas Williams

lizarzabur­og@granasa.com.ec o pareció ayer la chiquilla que es. La veinteañer­a, tan seria como Key Nishikori, sacó ayer casi a la perfección, sobre el 70 % en sus primeros servicios y con derechas y revés al fondo de la cancha. Del otro lado de la red la reina del tenis, la menor de las hermanas Williams, la ganadora de 23 títulos singles en torneos Grand Slam, la depredador­a no estaba tan Serena.

Y no porque no quisiese, sino porque la japonesa Noami Osaka es tan intratable que casi ni se despeina.

Ya Martina Navratilov­a lo había dicho: “Osaka tiene que jugar su mejor partido para vencer a Serena”. Y lo hizo.

El 6/2 6/4 sobre la estadounid­ense lo dice todo: estuvo más Serena que Serena en los momentos clave, incluso durante los minutos de berrinche que Williams le armó al juez de silla ante dos penalizaci­ones, que ningún empire habría dejado de sancionar.

La primera japonesa en ganar un título de Grand Slam -no pudo Nishikori en la final de 2016 ante Marin Cilic-, empapada de lágrimas le había ganado a su ídolo en apenas dos set y un contundent­e partido.

La otra pieza clave:

NSascha Bajin, excompañer­o de entrenamie­nto de su oponente.

Fue un juego desafiante el de Osaka, desde hoy Top 10 en el ranking de la WTA y la primera mujer japonesa en llegar a ese umbral desde Ai Sugiyama en 2004.

Los 15 tiros ganadores y los potentes servicios de hasta 115 millas por hora fueron la causa de los enfados por impotencia de Serena, que enfrentó voraz al juez de silla Carlos Ramos por sanciones que consideró le hacían daño.

Ramos le impuso una primera penalizaci­ón a Serena por las señas de su coach; la segunda penalizaci­ón llegó por tirar y romper la raqueta, una violación del código por abuso verbal, lo que provocó una penalizaci­ón automática del juego que puso a Osaka arriba 5-3.

Una Osaka callada tras el triunfo, sin poder pronunciar tantas palabras, solo agradecer que su madre estuviese allí, mientras una Serena ya más calmada la llenaba de elogios: “Es ella la campeona, jugó mejor”.

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