Harta demencia
Algunos vimos un video, antiguo o moderno, en el que con la frase que titula esta columna un peculiar personaje dice que desea ser policía del GIR para tumbarle la puerta a los vendedores de drogas y castigarlos. No por vender drogas, sino por no fiarle la mercancía por unos centavos.
Sobre ello, he charlado con algunos precandidatos a las alcaldías de Daule y Durán y han coincidido en que el consumo de drogas tiene condenado a los jóvenes que, incluso, andan por las calles atontados, como los ‘walking death’, dijeron. La candidata Cynthia Viteri alza la bandera de la promesa de salvar la vida de los atrapados por las drogas con programas que funcionan, dice. El tema se hizo promesa electoral. Y si se hizo tema electoral es porque es el grito más demandante de los futuros votantes. A estas alturas del partido sabemos que en campaña se promete lo que la gente quiere oír. Y la gente quiere salvarle la vida a sus hijos.
¿Existe algún reporte que pueda indicar a partir de qué momento la llamada “H” empezó a matar y enloquecer a nuestros jóvenes? ¿Fue la famosa tabla? Reconozco que miro como culpable a la ley que permitió la vigencia de la citada tabla. Fueron hartas las investigaciones periodísticas que se realizaron para mostrar cómo funciona la monstruosa mentira que decía que quienes portaban drogas, no eran vendedores sino consumidores.
Vale la pena recordar los nombres de los legisladores que dieron paso a esta ley criminal. Me parece que esta campaña ya cercana es un buen momento para identificar a los cómplices del nacimiento de esta ley. ¿No les parece que alguien tiene que responder por el fallecimiento y demencia de nuestros jóvenes?
Existe la posibilidad de demandar al Estado ecuatoriano por el trabajo infame de los legisladores que dieron a luz esta ley. Pudiéramos saborear algo de justicia si mediante acción de repetición, una vez condenado el Estado, de los bolsillos de esos legisladores con harta ineficacia, se financien los tratamientos de adictos que por su acto legislativo los lanzaron a la muerte, ¿no cree usted?