E-mail: jorgedelgadoguzman31@gmail.com Tarde de hípica en el hipódromo Santa Cecilia
El hipódromo ocupaba lo que hoy es la elegante ciudadela Santa Cecilia. Actualmente, las graderías del escenario, pese a que han pasado los años desde su construcción, sirven como salón de clases del colegio Balandra, de Guayaquil.
Se llegaba a sus dependencias por la carretera a Daule o por la carretera a Salinas, sea donde fuera había que transitar por caminos de tierra. Tuvo muchas temporadas desde su inicio en 1955; en su pista corrieron hermosos ejemplares, así como también excelentes profesionales que cumplieron sus reuniones dominicales con asistencia masiva de público y con comodidades para quienes, como en mi caso, tenían la costumbre de asistir.
El famoso jinete uruguayo Irineo Leguisamo, inmortalizado por la voz de Carlos Gardel en su tango “Leguisamo Solo”, participó con una invitación especial de los directivos del hipódromo en varias carreras, mostrando la clase que lo llevó a ser el mejor adiestrador del mundo, y apodado cariñosamente El Pulpo.
Nuestros entrañables e inolvidables amigos, Munir y Chafico Dassun y Carlos Achi Bucaram, eran propietarios de una yegua llamada ‘Miss Kendall’. Era entrenada por Pedro Lupino y su cuidador y jinete era José Ramírez, este último muchacho de gran voluntad, pero muy poca condición técnica.
A ‘Miss Kendall’ se la mimaba como una reina, aun así ganó solo una carrera. Su jinete salía montado en el sillín, pero cuando llegaba a la meta estaba casi en las ancas del animal.
En este hipódromo surgieron excelentes jinetes profesionales como Mantilla, Vaca y Eduardo Luque. Asistíamos en compañía de Guillermo Baquerizo, Roberto Lebed, Fernando Aspiazu, y nos encontrábamos con gran cantidad de aficionados con los cuales conversábamos, opinábamos, criticábamos, pero sobre todo nos divertíamos.
El público nunca dejó de llenar sus dependencias. Actualmente el hipódromo de El Buijo tomó la posta para que los aficionados “al deporte de los reyes” sigan gritando su euforia, sin dejar de enviarle algún “saludo cordial” al jinete que no pudo conseguir el triunfo del caballo que ellos habían apostado.