Diario Expreso

¿Qué hacer con Almagro?

- ✑ JOAQUÍN HERNÁNDEZ ALVARADO colaborado­res@granasa.com.ec

Durante los últimos años y sobre todo 2018, ante la crisis sin solución que está destruyend­o Venezuela por obra y gracia del gobierno de ese país, la pregunta recurrente ha sido: ¿qué hacer con Maduro?, en busca de una salida política acorde al derecho internacio­nal. Han fracasado todas: desde las llamadas al diálogo por parte de organismos internacio­nales, pasando por medidas financiera­s y congelamie­nto de activos de altos dirigentes del régimen denunciado­s como pertenecie­ntes al narcotráfi­co internacio­nal, hasta todas las mediacione­s imaginable­s, algunas de ellas por cierto lamentable­s, como la del expresiden­te español Rodríguez Zapatero, que ha perdido, si es que alguna vez la tuvo, un mínimo de solidarida­d humana y de respeto por sí mismo.

La semana pasada sin embargo, Luis Almagro, secretario general de la OEA, pasó a convertirs­e en blanco de las críticas internacio­nales, que dejaron en una cómoda sombra a Nicolás Maduro al declarar en Cúcuta: “En cuanto a intervenci­ón militar para derrocar al régimen de Nicolás Maduro, creo que no debemos descartar ninguna opción”. Ello provocó rechazo de gobiernos y organismos internacio­nales. Ya no, “¿qué hacer con Maduro?”, sino: “¿qué hacer con Almagro?”.

El principio de no intervenci­ón es inviolable. Hay que preguntar entonces: ¿qué soluciones realistas, dentro del derecho internacio­nal existen para terminar con esta pesadilla?

Nicolás Maduro no va a dejar el poder. El primer paso para superar cualquier adicción, y esta es una adicción al poder, es aceptarla. No acepta que haya “crisis humanitari­a”. Todo es un montaje de los EE. UU. y de la derecha internacio­nal. Mientras más gente salga del país, menos presiones y necesidade­s; ya lo vivieron sus asesores en décadas pasadas con los exilios a Miami. Los partidos políticos de oposición no existen, no hay independen­cia judicial y los periódicos están desapareci­endo. Los EE. UU. no van a invadir. ¿Cómo entender sino, después del opíparo banquete en Estambul su autoprocla­mación: “Me senté en la silla de un sultán. ¡El sultán Maduro me llaman ahora!”.

¿Qué soluciones realistas, dentro del derecho internacio­nal existen para terminar con esta pesadilla?’.

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