Tocando fondo
Sin mencionar el atraco económico de los últimos años, un Consejo de la Judicatura devorado por el monstruo de sus pugnas internas, el rechazo colectivo de la Corte Nacional a su proceso de evaluación o el insólito hallazgo de 20 quintales de droga en una base militar como la de Manta (¡gracias Rafael por hacerlo posible!) las palabras no alcanzan para describir nuestra caótica realidad. Sin olvidar la Asamblea. El albañal de su indecencia rebasa las fronteras de lo soportable. Robarle el sueldo a los asesores es ya bastante descarado. Pero que además, quien tiene el poder de mover las montañas del país haya ideado un contrato con cláusula penal de quinientos mil dólares, para que quien revele la sinvergüencería institucionalizada tenga que pagarle esa cifra y así mover su cuenta corriente en lugar de las montañas, es algo que excede los límites de la tolerancia. ¿Cláusulas de confidencialidad para impedir que se revele la corrupción? ¡Increíble! Y esto es solo un indicio de nuestra actual degradación moral. Encima, hay que cuidarse de las leyes que hacen las “Ferragamo-girls” aún enquistadas en el poder, pues si nos descuidamos, derogan los delitos para que los pillos actualmente presos, salgan en libertad. Y en nuestras narices. La única que salvó los muebles al coger el toro por los cuernos -hay que decirlo- fue la presidente de la Asamblea, que concurrió ante la Fiscalía a denunciar “el impuesto al trabajo” a los exfuncionarios de la misma. Y esto marca la diferencia, pues hubiera sido imposible en el país de “Carlitos”. ¿Se imaginan a la Gaby denunciando a los ovejunos? Tonces, salvo pocas excepciones como la de la presidente de la Asamblea, ¿debemos mantener este engendro infectado por el correísmo? ¿Debe seguir en funciones un órgano en el que la ciudadanía ya no puede confiar? La respuesta sobra. Y solo hay una salida: una Constituyente concertada entre todos los sectores (como la argentina de 1994) que los mande a la casa. Especialmente ahora que “Mameluco“man” no puede ser candidato ni a princesita de Navidad. Y esto, antes de tocar fondo de verdad.