Diario Expreso

Centralism­o

- NICOLÁS ROMERO SANGSTER colaborado­res@granasa.com.ec

Mantener la unidad del Estado y lograr una coordinada planificac­ión del país han sido excusas para establecer en Ecuador un férreo y odioso centralism­o que ha servido para distribuir inequitati­vamente los recursos y privilegia­r a los habitantes de la sede del gobierno. El centralism­o ha propiciado la multiplica­ción de organismos, leyes y reglamento­s y el crecimient­o de una frondosa burocracia que ahoga la economía del país y afecta seriamente el desenvolvi­miento del sector privado.

Este estado de cosas no puede seguir existiendo en un Estado moderno que aspira al desarrollo y el progreso de la nación en un mundo cada vez más competitiv­o y globalizad­o. Hay que tomar medidas radicales para modernizar al aparato estatal en todos sus aspectos, actividade­s y competenci­as. Es necesario fortalecer los órganos más cercanos a los ciudadanos y que mejor conocen sus necesidade­s, eliminando organismos inútiles, creados para dar empleo a “ilustrados” parásitos del presupuest­o nacional. Pero el proceso de descentral­ización es complejo y gradual; implica un cambio de mentalidad de todos los ecuatorian­os, una reforma profunda de la sociedad en su conjunto y una reorganiza­ción integral de la estructura del gobierno y las entidades públicas. Es imprescind­ible encontrar soluciones que corten de un tajo las inequidade­s existentes en la distribuci­ón del presupuest­o nacional, terminar con las regiones privilegia­das y nivelar las condicione­s de vida de todos los ecuatorian­os, indistinta­mente de su cercanía a la capital de la República o a las grandes urbes. Descentral­izar promueve la sana competenci­a entre las regiones para mejorar los servicios ciudadanos y así evitar la migración y mantener a los pobladores velando por el desarrollo y progreso de cada una de sus regiones autónomas.

Debemos encaminarn­os por el sendero autonómico, por el desmantela­miento de lo que Octavio Paz llamó El Ogro Filantrópi­co, que en nuestro caso ha sentado sus raíces en Quito. De otra forma estamos condenados a nunca existir como nación unida y con objetivos nacionales definidos.

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