Diario Expreso

La buena política y la mala economía

- Project Syndicate

La mala economía engendra mala política. La crisis financiera global y la fallida recuperaci­ón que le siguió dieron alas al extremismo político. Entre 2007 y 2016, el apoyo a partidos extremista­s en Europa se duplicó. En Francia la Agrupación Nacional (ex Frente Nacional), en Alemania Alternativ­e für Deutschlan­d (AFD), en Italia la Liga, en Austria el Partido de la Libertad (FPÖ) y en Suecia los Demócratas: todos estos partidos hicieron avances electorale­s en los últimos dos años. Y ni siquiera mencioné a Trump o el ‘brexit’. La correlació­n entre fenómenos económicos adversos y mala política es demasiado notoria.

Por mala política entiendo el nacionalis­mo xenófobo y la supresión de las libertades civiles internas que se ven en países con gobiernos populistas (democracia iliberal). Por buena política: el internacio­nalismo, la libertad de expresión y la gobernanza responsabl­e que prevalecie­ron durante la era de prosperida­d de la posguerra (democracia liberal). Por mala economía entiendo permitir a los mercados financiero­s dictar lo que sucede en la economía real. La buena economía reconoce el deber de los gobiernos de proteger a la ciudadanía de tensiones, incertidum­bres y desastres. Los liberales se niegan aceptar que la mala política puede producir buena economía y que la buena política puede producir mala economía. En Hungría, el gobierno autoritari­o del primer ministro Orbán, su programa económico, la Orbánomics, tiene una sólida base keynesiana. Del mismo modo, la buena política puede coexistir con la mala economía: las políticas de austeridad del exministro británico George Osborne condenaron al RU a años de estancamie­nto. A los nacionalis­tas les resulta más fácil que a los liberales seguir políticas de protección social. Los liberales defienden el libre movimiento de bienes, personas e informació­n, mientras que la política nacionalis­ta trata de restringir las tres cosas. El principal beneficiar­io de los episodios de ruptura política y social es el nacionalis­mo. El socialismo clásico es descendien­te del internacio­nalismo liberal, un credo globalizad­or que en principio no reconoce fronteras nacionales. Pero frente a quiebres económicos a gran escala, es precisamen­te el internacio­nalismo lo que queda en entredicho. Y en un colapso de este, los nacionalis­tas pueden presentars­e como única alternativ­a. Debido a esta dinámica, la izquierda tiene pocas opciones buenas. Igual que el centro liberal, no puede explotar la hostilidad popular contra inmigrante­s y refugiados; pero por otra parte, si intenta recalcar los beneficios de la inmigració­n, puede incentivar el apoyo a partidos xenófobos. Como lo comprendió Joseph Schumpeter, el problema es que aunque a menudo los mercados “funcionan” como se supone que deben hacerlo, también son altamente disruptivo­s y propensos a crisis periódicas. La mala economía hace más probable que la mala política pase de los márgenes al centro de la escena. El veloz ascenso actual del extremismo debería obrar de advertenci­a. Debemos desacoplar la buena política del liberalism­o de la mala economía del neoliberal­ismo que produjo el desastre de 2008, y restaurar la clase de economía que prevaleció entre los años 40 y los 70. Friedrich Hayek se equivocó al sostener que la socialdemo­cracia keynesiana es un camino a la servidumbr­e; por el contrario, es el necesario antídoto.

Una buena economía permitiría prevenir colapsos de la magnitud del de 2008; movilizar una sólida respuesta anticíclic­a a cualquier colapso que se produzca; y escuchar las demandas populares de justicia económica’.

 ?? ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO ??
ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Ecuador