Diario Expreso

Dar y quitar

- IRENE VELEZ FROMENT colaborado­res@granasa.com.ec

China tuvo una semana de lo más movida. Al fin. Después de tanta espera (60 años), consagró su victoria contra El Vaticano. Una batalla histórica, pues ningún otro país en situacione­s similares ha logrado salir airoso. Me explico. Religión y política no siempre han tenido la mejor de las relaciones. En el Reino Unido, por ejemplo, uno de los puntos de inflexión entre la Corona y la Iglesia, era si el rey tenía autoridad para designar obispos. Su lógica indicaba que: efectivame­nte. Después de todo el obispo tendría influencia en una región del reino y sus principios debían ir acorde a los intereses nacionales. Para la Iglesia no era sí. La autoridad de Roma era incuestion­able. En cargos altos irían personas fieles al papado. No había por qué correr riesgos innecesari­os y abrir sus filas a un “infiltrado”. Esta lucha medieval, para Pekín, era bien actual. Durante la instauraci­ón ideológica del régimen comunistat­otalitario, Mao declaró que el gobierno llevaría a cabo el nombramien­to de obispos. La Iglesia católica, cansada de repetir el guion, no cedió ante el juego de poder. El papa Pío XII procedió con la excomunión. Los dos Estados rompieron relaciones. Y en territorio chino se dividió la Iglesia: “la patriótica”, controlada por el Partido Comunista, y la “clandestin­a”, la que responde a la Santa Sede. Esa época terminó. Y está claro quién ganó más. La Iglesia cedió: reconoció la legitimida­d de 7 obispos nombrados por el gobierno chino. ¿A cambio de qué? Aún no lo dicen. La Iglesia volvió a ceder: aceptó que los obispos sean escogidos a partir de una lista elaborada por las autoridade­s chinas. Los católicos de Pekín se sienten traicionad­os. Sienten que su histórica lealtad fue intercambi­ada después de hacer ciertos cálculos. Probableme­nte la Iglesia quiere ampliar su influencia en Asia, y esta es la mejor opción. Sin importar el motivo, Pekín logró imponerse sonriente en los medios. 60 años de lucha. Para que al siguiente día la historia fuese reemplazad­a por “Trump acusa a China de interferir en las elecciones legislativ­as para perjudicar su administra­ción”. Y así, en un chasquido, malo otra vez. Lo que la religión da, la política quita.

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