Diario Expreso

El ocaso de la palma aceitera

- LISBETH ZUMBA R. zumbal@granasa.com.ec ■ ESMERALDAS

Por décadas, Quinindé ha sido conocida por ser el corazón de la palma aceitera, pero en estos últimos años sus latidos ya no suenan igual. Hoy corre la suerte de ser el principal escenario donde se arraiga la pudrición del cogollo, la temible enfermedad que está afectando a 152.000 de las 257.000 hectáreas sembradas a nivel nacional y que pone en alto riesgo el empleo en este sector y con ello los casi 300 millones de dólares que se generan por exportació­n.

El sector ha decidido encender la alerta. Se trata del 59 % del cultivo que, dicen, en cuestión de un año a año y medio desaparece­rá. Así de forma tajante lo advierte Wilfrido Acosta, presidente de la Asociación Nacional de Cultivador­es de Palma Aceitera del Ecuador (Ancupa).

La misma crisis de precios que en los últimos años ha impedido a los agricultor­es fertilizar y erradicar problemas sanitarios en sus cultivos, es lo que hoy les imposibili­ta reemplazar los sembríos afectados y volver a cultivar. “Por el precio que se está pagando por la fruta, se dan cuenta de que no se trata de una actividad rentable. Y sencillame­nte están dejando morir los cultivos, tampoco hay cómo sustituir”, asevera.

Desde hace cuatro años, los agricultor­es reciben entre 105 y

El 59 % del área de este cultivo está en riesgo de extinción La pudrición del cogollo amenaza el empleo y la exportació­n PARA SABER

107 dólares por tonelada de esta fruta que genera el ansiado aceite que utiliza la industria alimentari­a y cosmética. No obstante, sostiene Acosta, eso no es suficiente para cubrir los costos de producción, que están entre los 125 y 135 dólares. Una disparidad que hoy mantiene a muchos palmiculto­res en crisis.

Es la historia de Darwin Rivas, un agricultor de Quinindé que nada puede hacer para reactivar una finca de 60 hectáreas de cultivo que desde hace seis meses dejó de producir. Se lamenta porque fue esta misma actividad la que le heredó una deuda de $ 45.000 que aún debe pagar a los bancos, pero también por la impotencia que siente al no poder ayudar a la gente que hoy le sigue pidiendo trabajo. “A diario yo empleaba a 15 personas que se en- cargaban de hacer el corte, coronar, fertilizar. Era gente que estaba enrolada y asegurada, con los beneficios de ley, pero hacer eso ahora es más que imposible”.

Rivas habita en el recinto 5 de Agosto, una de las zonas de más alta incidencia de la pudrición del cogollo, aquel hongo que atenta con dejar sin trabajo a Quinindé y zonas adyacentes (La Concordia, La Unión y parte de Santo Domingo), que juntas representa­n el mayor bloque de producción del país, con 124.000 hectáreas. Según Ancupa, en este sector se pueden llegar a perder 50.000 plazas entre un año y año y medio, el tiempo que tardarían en morir estas plantas que, en su mayoría, lucen con sus ramas amarillas y hojas decaídas.

Daniel Celi, administra­dor de compras de las extractora­s de La Fabril, una de las mayores empresas que demandan este tipo de aceite, da fe de esta crisis. Cuenta cómo hace 4 años en Quinindé, ellos llegaban a recolectar hasta 6.000 toneladas de fruta. Hoy apenas logran 400. Eso, explica, los obligó a cerrar ya una extractora y a semiparali­zar otra. Ese cierre significó que 40 personas se quedaran sin trabajo.

La solución inmediata para conservar las más de 120.000 plazas de empleo que se generan en este sector es comenzar a sustituir los cultivos. No obstante, Acosta aclara que eso no es posible si el agricultor no cuenta con la ayuda del Estado. EXPRESO intentó tener una reacción del ministro de Agricultur­a, Xavier Laso, pero no tuvo éxito.

Sin embargo, Acosta cuenta que el sector ya le ha hecho llegar un pliego de peticiones. La más importante, dice, es fijar un plan de ruta que les permita ser sustentabl­es. Pero para ello, añade, primero se debe generar una política que permita a los productore­s acceder a mejores líneas de crédito y que se elimine la dificultad que hay para importar semillas que ya están demostrand­o ser más resistente­s a la enfermedad.

El Gobierno ha ofrecido líneas de crédito con tasas que van del 11 al 15 % y con plazos de hasta 15 años. No obstante, la oferta no convence. Darwin Rivas estima que con una tasa de hasta un 5 % podría animarse a sustituir su sembrío muerto. En carpeta tiene el plan de volver a sembrar 5.000 plantas de la variedad Amazon, que hace cinco meses logró importar de Costa Rica, y con ello contrarres­tar el alto índice de desempleo que aqueja a su zona.

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Subsistenc­ia. Winston Figueroa cosecha lo que puede en un joven sembrío afectado.
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