Diario Expreso

¡Estos guayaquile­ños!

- ✑ PAUL E. PALACIOS Twitter@paulepalac­ios

Yel gentilicio por cierto engloba a las mujeres también. Son una especie extraña, de aquellas que solo se conoce cuando se vive con ellos. Siempre me pregunto por qué son tan poco dados a los detalles, dejando por fuera por lo general la meticulosi­dad del análisis de un proyecto por ejemplo, pero para mi sorpresa resulta que se les sale por los poros el alma de empresario­s, y casi siempre de un batazo “la sacan del estadio”. Quizá sea por eso, porque no sobreracio­nalizan las cosas, que simplement­e tienen la idea, la determinac­ión y perseveran­cia; y luego ahí están, haciendo del país el primer exportador bananero del mundo, en su momento el primer país exportador de camarón, el exportador del mejor cacao del mundo y el primer exportador de teca también. Que no les gusta la milicia dicen, porque poco les agrada obedecer, pero cuando suenan los tambores y clarines escriben con su sangre la historia: Morán Valverde, el mayor héroe naval, vio la luz en Guayaquil, al igual que Hugo Ortiz, el mayor héroe militar, y no se diga de Cosme Renella, el más célebre de los pilotos laureados. A estos monos les incomodan las ambigüedad­es: un sé es sé y un no es no, y por eso no entienden los tratos de otros lados donde un sí, puede ser un tal vez, un quizá es un no, y un no podría ser un sí, dependiend­o de la hora en la que acabe el almuerzo. No les gusta la zalamería, mirando con sospecha a quien cuando

No les gusta la zalamería, mirando con sospecha a quien cuando cruza el puente se llena de halagos’.

cruza el puente se llena de halagos. Reconozco que a muchos les gusta más el carro que la casa y la “cachina” más que un buen plan de medicinas, pero sí que son generosos, pues sin su presencia habría sido imposible construir la enorme red de ayuda y beneficenc­ia. No sé de dónde sacan el tiempo, pero todas las mujeres siempre están ayudando a otros en algo: que el voluntaria­do, que la fundación tal, que la colecta cual. ¡Ay estos guayaquile­ños, que a veces me hablan con un dejito de serranos y ahora los escucho como venezolano­s, y es que para el afuereño, si no la vives, es imposible creer que cruzas el puente, respiras el aire, ves el cerro y de pronto te sientes guayaquile­ño!

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