Diario Expreso

El vinotinto con brazo de hierro

- REDACCIÓN DEPORTES ■ SDP

deportes@granasa.com.ec n junio del 2017, Enderson José Obregón Araujo tuvo que abandonar sus raíces y migrar al Ecuador, producto del problema sociopolít­ico que atraviesa Venezuela con el gobierno de Nicolás Maduro. Su historia es semejante a las de sus compatriot­as en las calles de Ecuador: buscar una nueva oportunida­d.

Creció viendo en su barrio al pelotero venezolano, hoy de los Tigres de Detroit, Miguel Cabrera y desde ese momento lo invadió el sueño de llegar a las Grandes Ligas de este deporte. Precisamen­te, uno de los sacrificio­s de Enderson al salir de su tierra, era hipotecar esta ilusión, pero en Guayaquil, Fatty se convirtió en su hogar.

“Un día estaba por el barrio y vi dos muchachos que tenían guantes y les pregunté dónde jugaban y me dijeron que vaya tal día para que me vean. Fui a Miraflores, entrené con los profesores, me chequearon, les gustó mi brazo y que me quedé en el equipo”, explicó.

Su padre, quien falleció cuando el chamo tenía 15 años, era

EGUAYAQUIL amante del ciclismo y las luchas, pero él desarrolló un amor por la pelota de los hilos rojos. Desde los 3 años jugó en la academia Bucaneros en Maracay, estado de Aragua, su lugar de residencia y conforme pasaron los años su brazo de hierro llegó a la selección nacional de Venezuela en la categoría junior.

“Al principio no era pitcher, me colocaron como outfield, pero con el tiempo uno de los entrenador­es vio que tenía un buen brazo y me quedé como pitcher. A veces alterno, outfield y picheo, pero mi fuerte es lo se- gundo”, comentó a EXPRESO.

Recuerda que un mes antes de arribar a Guayaquil, una academia lo retó a lanzar a 86 km/h para firmarlo, pero su brazo alcanzaba hasta los 84. “Me dijeron que me pruebe 30 días, para alcanzar la marca, pero fue imposible para mí porque me tocó viajar a Ecuador. Mi tía ya nos había comprado el pasaje (del bus) y no pude quedarme”.

Admite que extraña arrear (apostar dinero en un partido de béisbol en el barrio), pero que estar en Ecuador le ha ayudado, sobre todo, en la alimentaci­ón. “Acá puedo comer bien, allá no era tan fácil comer tres veces al día”.

Mientras no está sobre el montículo ponchando bateadores con su potente recta, el chamo trabaja de estibador en una distribuid­ora de alimentos por su casa, donde vive con su abuela y primos, esperando el momento para volar y cumplir su anhelo: “Quiero jugar en los Tigres o los Mets (de Nueva York)”.

tiene actualment­e el lanzador de Fatty. Ha jugado dos torneos con el club: la Copa Torremar y la Miraflores.

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