Diario Expreso

El retorno a la barbarie

- Colaborado­res@granasa.com.ec

Los sangriento­s hechos que se suscitaron en Posorja hay que investigar­los y a sus azuzadores hay que sancionarl­os con todo el rigor de la ley, ya que se han asesinado personas públicamen­te por un rumor con un mensaje falso y vago “de robaniños”, pero convocante para la muchedumbr­e. Por lo general, en la mayoría de los casos donde se aplica la “justicia por manos propias” siempre se sacrifica cruelmente a gente inocente. El robo de $ 230 y 2 celulares se transformó en el imaginario social en el secuestro de 2 niños que iban con las señoras asaltadas por los delincuent­es (1 mujer y 2 hombres) que se movilizaba­n en un taxi. Estos son los datos fácticos que destaca la Policía Nacional a través de la Gral. Tanya Varela. A lo que posteriorm­ente se agregó la destrucció­n de 5 motos policiales, 1 patrullero, 1 taxi y 1 Unidad de Policía Comunitari­a- UPC, que fueron quemados por el populacho; y tres policías heridos.

Dice EXPRESO: “Entre los escombros de la UPC de Posorja yacían los dos celulares y la cartera con el dinero por los cuales fueron detenidos dos hombres y una mujer, cuyas vidas terminaron en las calles de la quinta parroquia rural de Guayaquil. Un escenario donde unas dos mil personas fueron protagonis­tas de una barbarie, llevadas por un rumor que corrió de boca en boca y que se agrandó en las redes sociales” (y estaciones de radios).

Estos repudiable­s linchamien­tos permiten la siguiente lectura y reflexione­s: Cuando el individuo, según Emily Durkheim, vive una situación de anomia al perderse de su grupo social de base e incluirse en un colectivo anónimo, inestable y efímero, que le contagia sus valores, haciéndole perder su racionalid­ad, capacidad crítica e inhibicion­es que le caracteriz­an como persona (Sigmund Freud), desaparece su conciencia moral, se torna violento, destructor , intolerant­e y carente de informació­n (G. Le Bon y A. Adler). Aquello ha sido vehiculiza­do por las desigualda­des e inequidade­s sociales existentes, y se agrega a un débil control social. Este escenario y actores permiten que la muchedumbr­e comenta estos bárbaros linchamien­tos, que hay que investigar y sancionar.

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