Un grito desesperado
Parecería que pese a los siglos transcurridos Fuente Ovejuna persiste entre nosotros; al menos así lo gritó desesperadamente Posorja, cuando el pasado martes 16 de octubre “todos a una” masacraron a tres delincuentes.
Un rumor, una versión callejera, una mentira que se repite de oreja a oreja, cobra fuerza y violenta a inteligencias poco razonables, poco analíticas y altamente impresionables por su ignorancia y su incapacidad de discernir; y así, simplemente se actúa, se agrede y en motín se toman reos policiales, se incineran cuerpos, se destruyen vehículos, en aras de castigar un inexistente delito y una inseguridad no atendida.
Si lo ocurrido no es capaz de advertirnos que hay que trabajar de manera urgente en la educación, ciertamente estamos perdidos como sociedad y nación. Es cierto que las masas actúan como cuerpo vivo en su descontrol e irracionalidad, pero no es menos cierto que esas masas están conformadas por individuos que deberían tener conciencia, capacidad, discernimiento y moral para distinguir el bien del mal.
Por ello hoy, cuando se trabaja en la reforma a la Ley de Educación, deberían -con absoluta claridad- darse los pasos trascendentes para ir desde la instrucción y atención pura de lo cognitivo a través del currículo, hacia la formación de una persona integral, que es ética, moral, emocional, axiológica y espiritual.
La educación no puede ser más un servicio porque como derecho resulta ser un bien, y esto debe estar claro en la norma y en el entendimiento del legislador que la dicta.
Educar es formar, es fortalecer la integralidad del individuo, y no por laicidad debemos dar la espalda a la construcción de un ser humano con valores y principios.
Formemos, pongamos énfasis en la persona humana, atendamos sus necesidades básicas, las cuales vienen dadas por lo natural y buscan configurarse y aclararse a través de un proceso de construcción de un ciudadano responsable, capaz de observar, analizar y tomar sus propias resoluciones sin temor a ser diferente o distinto y claro respecto a que vive en sociedad y, por tanto, capaz de “amar al prójimo como a sí mismo”.
Pongamos énfasis en la persona humana, atendamos sus necesidades básicas, las cuales vienen dadas por lo natural...’.