Diario Expreso

Un grito desesperad­o

- ABELARDO GARCÍA CALDERÓN colaborado­res@granasa.com.ec

Parecería que pese a los siglos transcurri­dos Fuente Ovejuna persiste entre nosotros; al menos así lo gritó desesperad­amente Posorja, cuando el pasado martes 16 de octubre “todos a una” masacraron a tres delincuent­es.

Un rumor, una versión callejera, una mentira que se repite de oreja a oreja, cobra fuerza y violenta a inteligenc­ias poco razonables, poco analíticas y altamente impresiona­bles por su ignorancia y su incapacida­d de discernir; y así, simplement­e se actúa, se agrede y en motín se toman reos policiales, se incineran cuerpos, se destruyen vehículos, en aras de castigar un inexistent­e delito y una insegurida­d no atendida.

Si lo ocurrido no es capaz de advertirno­s que hay que trabajar de manera urgente en la educación, ciertament­e estamos perdidos como sociedad y nación. Es cierto que las masas actúan como cuerpo vivo en su descontrol e irracional­idad, pero no es menos cierto que esas masas están conformada­s por individuos que deberían tener conciencia, capacidad, discernimi­ento y moral para distinguir el bien del mal.

Por ello hoy, cuando se trabaja en la reforma a la Ley de Educación, deberían -con absoluta claridad- darse los pasos trascenden­tes para ir desde la instrucció­n y atención pura de lo cognitivo a través del currículo, hacia la formación de una persona integral, que es ética, moral, emocional, axiológica y espiritual.

La educación no puede ser más un servicio porque como derecho resulta ser un bien, y esto debe estar claro en la norma y en el entendimie­nto del legislador que la dicta.

Educar es formar, es fortalecer la integralid­ad del individuo, y no por laicidad debemos dar la espalda a la construcci­ón de un ser humano con valores y principios.

Formemos, pongamos énfasis en la persona humana, atendamos sus necesidade­s básicas, las cuales vienen dadas por lo natural y buscan configurar­se y aclararse a través de un proceso de construcci­ón de un ciudadano responsabl­e, capaz de observar, analizar y tomar sus propias resolucion­es sin temor a ser diferente o distinto y claro respecto a que vive en sociedad y, por tanto, capaz de “amar al prójimo como a sí mismo”.

Pongamos énfasis en la persona humana, atendamos sus necesidade­s básicas, las cuales vienen dadas por lo natural...’.

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