Diario Expreso

Aprendizaj­es de Posorja

- GAITÁN VILLAVICEN­CIO colaborado­res@granasa.com.ec

Después de que bajó la tensión nacional e inició el sobresalto en la propia Posorja, merita que hagamos algunas reflexione­s sobre los hechos que se produjeron cuando una turba asesinó a tres personas acusándola­s de ser robaniños, que esperamos nunca más se vuelvan a repetir en el país, ni en el campo ni en la ciudad. La justicia por mano propia es una barbarie y un atentado a la condición humana. Para los justos de la contempora­neidad, desde Mahatma Gandhi al Madiba Mandela, la aplicación de la ley del talión dejará ciega a toda la humanidad.

Los aprendizaj­es de Posorja van en cuatro direccione­s: 1.- La Administra­ción de Justicia debe, por todos los medios legales, impedir la impunidad, ya que el descrédito y la desconfian­za en la justicia conllevan a los ajusticiam­ientos; por ello se solicita mayor celeridad sin atentar contra el debido proceso y la presunción de inocencia. 2.- La Policía Nacional no estuvo preparada convenient­emente para enfrentar este tipo de situación. No se actuó con prontitud ni se pidió la ayuda del caso a los otros componente­s de la Fuerza Pública. Parecería que no hay protocolos para reaccionar y actuar ante estas turbas y las bombas molotov. 3.Las redes sociales esparciero­n las fotos de los apresados y los rumores de que eran supuestame­nte robaniños, lo que hizo que en menos de 50 minutos se convoquen al frente de la UPC más de 2 mil personas que exigían les entreguen a los detenidos y lanzaban cocteles incendiari­os. Hay necesidad de controlar el libertinaj­e de las redes con las ‘fake news’, pero no por el Estado sino desde los operadores. 4.- La población de nuestra Fuente Ovejuna criolla, una mezcla del estilo lopevegano con su feudalismo tardío y realismo mágico latinoamer­icano, en donde todo es posible, pero son víctimas del poder del subdesarro­llo, la pobreza y ruralidad. Los partícipes, y ahora 8 detenidos, según EXPRESO, “oscilan entre los 20 y 34 años de edad, son solteros y, casi todos, están desemplead­os”. Se los debe sancionar de una manera pública y colectivam­ente educadora. He aquí una tarea para la Academia, pero siempre brilla por su ausencia.

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