Dos artesanas morlacas tejen la tradición
La fibra de totora, una materia prima en riesgo de desaparecer
Con la totora no solo se tejen aventadores o esteras. También se hacen sombreros y muebles; a más de adornos para el hogar. Así se expresan Narcisa Landy y María Faicán.
Ellas son artesanas de la parroquia rural de Paccha, a 13 kilómetros de Cuenca. La habilidad, ingenio e iniciativa para el trabajo manual con la planta herbácea perenne acuática las distinguen como las principales elaboradoras de artesanías en Guaguazhumi y La Dolorosa, con reconocimiento nacional al trabajo en totora, como manifestación popular y ancestral.
Pero poco a poco el trabajo de estas tejedoras decae por falta de materia prima. María tiene 87 años. Heredó el oficio de tejer esteras de sus abuelos, pero con el paso del tiempo, este artículo que sirve a manera de alfombra ha ido reemplazándose con objetos sintéticos. Antiguamente eran de uso diario y casi obligatorio, pero hoy lo adquieren como adornos de fincas o haciendas, recalcó.
La mujer se resiste en dejar el tejido de totora y, con mucho ingenio, ha comenzado a hacer sombreros, elementos que tienen mucha más salida, afirma la artesana. El oficio lo comparte con las labores agrícolas.
Es durante las noches, en que luego de preparar el material con el corte y secado al sol, María diseña y teje las nuevas piezas artesanales. La mujer es la más antigua de las artesanas del sector, que hacen grandes esfuerzos por mantener vivo el oficio.
Narcisa Landy, de 52 años, vive en la zona cercana a La Dolorosa, a 400 metros de la casa de María Faicán.
Su esposo la ayuda a confeccionar muebles de sala, tejidos con totora. Tienen el costo de 150 dólares y comprenden una estera circular para la mesa de centro; cuatro bancos y dos canastos, con la base de madera y tejidos con la fibra, lo que le da un matiz muy llamativo y elegante.