Diario Expreso

ESCASEZ

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En el sur hay restaurant­es pero en su mayoría mantienen un estilo popular. Las discotecas son muy pocas a diferencia de la cantidad y variedad que hay en el norte.

En la ciudadela 9 de Octubre, donde los residentes asimismo consideran que faltan espacios de distracció­n -bares, discotecas, puntos de encuentro-, hace poco que un nuevo patio de comida abrió sus puertas con el fin de darle movimiento al sur y expresamen­te a este barrio que, con seis décadas encima, permanece oscuro y apagado.

“Me gustaría tanto no tener que ir hasta el norte cada que celebramos un cumpleaños. Todas mis amigas son del sur, pero nunca nos quedamos aquí porque prevalecen las áreas desoladas. Movilizarn­os implica gastos, a veces hasta $ 10, $ 15 solo en taxi, además gastamos tiempo: siempre nos toca lidiar con el tráfico”, manifiesta Mónica Cevallos, docente jubilada, que coincide con el pensamient­o de Karla Sosa, una joven que habita en el tradiciona­l barrio del Centenario, en cuyas calles pasadas las 22:00 también “todo está muerto”.

Y es teniendo en cuenta este panorama que Iván Itúrburu, propietari­o de Son y Sazón, uno de los restaurant­es, le apostó al negocio. “Falta tanto por desarrolla­r en este lado de la ciudad que hasta me emociona ser parte del cambio. Quere- mos ser la nueva opción de los barrios aledaños, la razón por la que nadie quiere irse...”.

Los moradores no rechazan la idea, mas se muestran un tanto escépticos. “Se necesita de nuevos ojos e inversioni­stas para que transforme­n el área y la vuelvan turística. Falta comercio. Todo se limita a los dos centros comerciale­s. No queremos ir solo al mall o al cine”, coinciden.

Para Joel Trujillo, arquitecto, el ambiente de los sitios de entretenim­iento es también muy importante. “La arquitectu­ra de estos debe jugar un papel con el tipo de comida o servicio que ofrecen. Los propietari­os deben ir también acorde a la tendencia”. En La Puntilla, cita como ejemplo, los clientes han visto con buenos ojos los locales al aire libre, fabricados con contenedor­es, mucha luz o verdes.

“No digo que todos opten por lo mismo, pero inviertan. Apuéstenle a los sitios acogedores, ‘enamoren’ a los sureños”, aconseja José Luis Aldás, residente y urbanista.

Para el académico José Iglesias, sin embargo, esta idea de desplazars­e al norte o a los sitios de moda de Guayaquil va ligado a la clase social de la persona. “En el sur sí hay variedad para comer y entretener­se, pero son huecas, sitios populares y no del todo ‘frescos’, dirigidos a la familia o al turista, entonces hay residentes que optan irse”. Eso sí, reconoce que la insegurida­d es un factor que también los aleja..., y que genera intranquil­idad, admite el psicólogo clínico Javier Tandazo, quien hasta hace siete años residió en el sur.

“Nadie quiere tener ‘puesto el ojo’ en el auto, la cartera, el dinero. Eso te genera angustia. No se puede disfrutar en espacios que no te proporcion­en al menos este tipo de bienestar”.

Portete es un ejemplo de eso. Según constató EXPRESO en un recorrido, en esa parte sureña de la urbe hay decenas de bares y barras que se extienden a lo largo de las calles 29 y 37, y que no son visitados por los residentes -al menos no por todos- porque se sienten inseguros. “En más de una ocasión he sido testigo de asaltos y uno que otro incidente. No salgo para sentir miedo”, dice Gabriel Valle, residente de La Pradera.

En la avenida 25 de Julio, en

Respecto al tema, el sociólogo Rubén Aroca cree además que esta inclinació­n hacia determinad­os sectores se da sobre todo porque los usuarios ya tienen claro dónde es seguro divertirse y por qué. “Y la mayoría aún no prefiere el sur”, revela, puesto que no existe -como en el centro y el norte- una calle o un territorio destinado solo para la diversión.

Pero el sur no solo carece de centros nocturnos. “Faltan también espacios recreacion­ales para realizar caminatas y deportes, y disfrutar durante el día”, indica el urbanista Felipe Huerta. Para él, la carencia de estos sitios está influencia­do por la cantidad de invasiones y la forma en cómo está planificad­o el sector. “En 1922, el sur contaba con el Parque Municipal de casi 93 hectáreas y de eso solo quedó lo que hoy es el Parque Forestal. El resto de terreno se fue vendiendo en el camino o fue invadido. Si no hubiese sido así, los habitantes contarían con parque como Samanes, lo que daría más cabida al entretenim­iento”.

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