Perder clases o tomar el bus, el dilema de estudiar de noche
La falta de expresos obliga a cientos de estudiantes de la Universidad Estatal a ingeniárselas para regresar a casa ❚ Poco dinero y peligro, entre los problemas
Para Yulexi Chávez regresar a casa después de terminar clases en la universidad es un reto diario que afrontar. Debe correr o al menos alargar los pasos mientras camina. Pues tiempo es lo que menos tiene.
Ella es estudiante de la Universidad de Guayaquil y su última clase la recibe a las 22:30. Una hora bastante ‘fregada’ para tomar el bus. “A veces llego a la parada y ya no pasan las líneas 124 o 92, que son los buses que pasan por mi casa”, dice la joven, quien ya cursa el último semestre de Ingeniería Civil.
Por eso mientras va por la puerta de la ciudadela universitaria y alcanza a ver que su bus se acerca, no titubea en emprender una maratónica carrera para alcanzarlo.
No es el único caso. Para este semestre en la institución se matricularon 48.941 alumnos, que comprenden las 18 facultades. De esa cantidad al menos 15.000 personas estudian en la noche y la mayoría padece peripecias para regresar a casa. Incluso arriesgándose a perder clases para salir antes.
EL DETALLE Proyecto. La FEUE tiene planificado retomar el proyecto de expreso universitario, usando buses de la universidad y cobrar un precio muy cómodo. ESPERA
“Todo sería diferente si tuviéramos un expreso que nos deje cerca de la casa, o que pase por las principales avenidas”, asegura Estefanía Zambrano, de la facultad de Comunicación Social (Facso), quien como el resto de alumnos piensa que esa es la solución. Un expreso universitario.
Todas las universidades los tienen, lamenta. “Nosotros los de la Estatal, quienes estudiamos en el horario nocturno, somos los únicos que nos preocupamos de cómo regresar a casa”, manifiesta Felipe Asencio, otro estudiante de la Facso, quien sale a las 23:00 de clases.
Para Jorge Iturralde, quien con su furgoneta además de transportarse a estudiar, lleva a otros por la ruta que se dirige, el problema se resolvería dándole a los estudiantes el servicio de expreso.
“Pero si la universidad tiene buses que permanecen parqueados, debería ponerlos como expreso para nosotros”, agrega Asencio refiriéndose a los 20 buses que ostenta la institución para movilizar personal en varias actividades.
Al respecto Otto Villaprado, vicerrector de Bienestar Estudiantil, indicó a este Diario que dar servicio de expresos nunca ha sido un proyecto de la universidad. Y que si amerita o no poner a disposición ese tipo de transportación, la decisión quedará en manos de la comisión interventora que administra a la institución.
Que escaseen las líneas de colectivos a partir de las 22:00 es solo uno de los problemas con los que se topan de frente los alumnos. Perder clases, la falta de presupuesto para pagar un taxi y el peligro de la noche también están latentes.
Asencio, por ejemplo, cuya facultad está ubicada en la ciudadela Miraflores, norte de la urbe, por varias ocasiones ha tenido que burlar a la delincuencia para no ser víctima de ella. Aunque asegura que muchos de sus compañeros no han corrido con la misma suerte.
De la última vez le quedó una experiencia. “Siempre me iba en grupo, pero esa vez estaba solo con una compañera, eran casi las once, caminamos hasta la parada más cercana de la metro, en vista que el bus de la 42 ya no pasaba, caminábamos rápido por esa calle casi oscura; y en el trayecto unos hombres sospechosos empezaron a seguirnos para robarnos, al verme sin salida sal- té la vereda y me puse a mitad de la calle a gritar ‘¡me roban, me roban!’, hice tal escándalo que los pocos carros que pasaban por ahí pitaban. Entonces los pillos salieron corriendo y se perdieron. Desde ese día no vuelvo a caminar a esa parada si no es en grupo”, comenta.
Él vive en La Floresta, sur de la ciudad, y como otros por una ocasión contrató un taxi de expreso. Sin embargo, a pesar que trabaja en el día, el dinero no le alcanzó para seguir manteniéndose seguro.
Los estudiantes nocturnos se las ingenian. Cuando ya no alcanzan los colectivos, pagan a medias un taxi o piden a los pocos con vehículos que les den un aventón.
Cindy Quillay, quien vive en la ciudadela El Paraíso, padece lo mismo. Pero ella, como otros, ha optado por retirarse del aula antes que la clase termine. “Prefiero perder clases que perder el bus”, se lamenta.
Con los estudiantes que conversó EXPRESO, todos aseguran que les ha tocado junto con sus compañeros de aula negociar con los maestros para salir minutos antes de lo establecido, para no tener que verse en apuros. “Hay profesores que no comprenden, porque quieren dar entera su clase, entonces no toca más que abandonar el aula”, comenta Quillay.
Por eso, quien sí tomó, aunque por un corto periodo, el problema con miras de resolverlo fue la Federación de Estudiantes de la Universidad de Guayaquil (FEUE) en septiembre del 2017.
El actual presidente de la FEUE, José Valdivieso, reconoció que el plan piloto duró solo tres meses y que comprendía tres rutas (eran tres buses de los 20 de la universidad). Tuvo que ser suspendido por el estado de austeridad en que se encontraba el país. “Como eran buses de la universidad no se pudo continuar con el proyecto”, menciona. Sus planes a futuro contemplan que el proyecto sea retomado antes de que termine su gestión en 2020.
VOCES Me regreso en metrovía, tengo que caminar varias cuadras para llegar a casa y a partir de las 22:00, el trayecto es desolado, por eso camino rápido para que nada malo me pase.