En el país de los topos
Sin duda, en el territorio ecuatorial todo evoluciona rápidamente y sufre transformaciones increíbles que no se observan en otros ámbitos del planeta.
Acá, para solo citar dos o tres variaciones como ejemplo, los topos no son insectívoros, consumen billetes verdes de alta denominación. Tampoco son subterráneos, y las patas destinadas a excavar para enterrarse, entre nosotros les sirven para acomodar las riquezas mal habidas en cualquier paraíso fiscal confiable. Sin duda no son nada ciegos, por el contrario, saben ver muy bien donde hay negocios lícitos o no.
En lo que sí se parecen a los topos “originales” es en que tienen el hocico largo y sensible y dan demostraciones cotidianas del valor de ese antiguo adagio: el que carece presume. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Son topos pillos y se las dan de muy honrados, intentando lucir inmaculado un pelaje que jamás será el aterciopelado de los mamíferos originales.
Ahora se han puesto de moda porque el Gobierno, luego de prolijas investigaciones que prueban lo eficientes que son nuestros servicios de inteligencia, han descubierto su presencia, topos de superficie al fin y al cabo, en diversos despachos públicos donde se presume que ya no deberían de estar. Cabe señalar que algunos de los descubrimientos fueron posibles colocando espejos en las generalmente austeras oficinas públicas. Bastaba mirarse en ellos y zas: topo descubierto.
Pareciera que salir de ellos no va a ser muy fácil. Algunos saben conquistar simpatías, tanto como su pariente cercano, el famoso Topo Gigio, que es topo ratón.
Claro, los aquí aludidos no son
Como la situación es cada vez más seria, la tomo en broma para no caer en el riesgo de ponerme solemne’.
tan agradables: son topos ratas, de superficie insisto, eso sí, no de alcantarilla.
Por eso, la propuesta de traer al flautista de Hamelín no tuvo mayor acogida y además la señora Ángela Merkel tiene dudas de adónde enviarlo primero, entre las varias solicitudes que ha recibido de América Latina. En todo caso, ella prefiere las soluciones químicas a las musicales, puesto que favorecen a las industrias alemanas productoras de raticidas.
Duro está el asunto. Parece que no queda otra que acostumbrarse.