Diario Expreso

Cabezas honra a la ultraderec­ha

Sesión solemne de la Asamblea para condecorar al presidente del Congreso de Hungría ❚ László Kövér es uno de los políticos más derechista­s de Europa

- ROBERTO AGUILAR aguilarr@granasa.com.ec ■ QUITO

Ala carrerita bajaban los empleados legislativ­os de los pisos altos. Otros venían del edificio Alameda, a cuatro cuadras de distancia, apurados por los funcionari­os de protocolo que los requerían para hacer bulto en el salón del Pleno, no fuera a ser que hicieran quedar mal a la presidenta en sus primeros pinitos de diplomacia parlamenta­ria. El ultraderec­hista László Kövér, presidente del Parlamento de la República de Hungría, se encontraba de visita oficial en la capital y Elizabeth Cabezas montó todo un tinglado de formalidad­es en torno a una sesión solemne a la que no asistieron dos tercios de los asambleíst­as. Los de protocolo, para disimular, llenaron los escaños vacíos con quien tenían a la mano: empleados legislativ­os.

La semana pasada estuvo aquí el presidente del Perú y no mereció ni la cuarta parte de atenciones. Cabezas lo recibió casi secretamen­te en el área de oficinas mientras el Plenario debatía, abajo, sobre cuestiones importante­s. Ahora, en cambio, hubo despliegue de seguridad que interrumpi­ó el tránsito en ocho manzanas alrededor de la Asamblea. Y entrega de condecorac­ión: la medalla José Joaquín de Olmedo le fue impuesta al político húngaro que viene de firmar una ley que prohíbe a los sin techo, so pena de cárcel, dormir en la calle.

Pausado y solemne, en la dulcísima fonética magiar que no tiene parentesco con ninguna lengua, Kövér pronunció su discurso de ocasión ante un auditorio de burócratas que él creía asambleíst­as, multiplica­ndo las razones de amistad entre dos pueblos tan distantes, encontrand­o motivos de identifica­ción mutua hasta en los hórridos esperpento­s del mural de Guayasamín que tenía a sus espaldas. Los asambleíst­as que llegaban con retraso y encontraba­n ocupados sus lugares buscaban dónde acomodarse. Por atrás quedó José Serrano, prendido al celular, mientras algún asistente de contabilid­ad se apoltronab­a en su butaca.

A su turno, con cierta torpeza, Elizabeth Cabezas leyó un discurso a todas luces escrito por otra persona y con el que evidenteme­nte no tuvo tiempo de familiariz­arse. Invocó el espíritu de Franz Liszt (“Fran”, dijo, como si lo oyera nombrar por primera vez), Bela Bartok y Agnes Heller, la filósofa marxista que a Kövér quizá le produce náuseas, y dejó caer una miríada de lugares comunes de repertorio que solo revelaron una cosa: que entre los parlamento­s de Ecuador y Hungría no hay agenda común alguna.

Habló de “las cambiantes exigencias de la representa­ción política”. Urgió a “profundiza­r la confianza de la ciudadanía”. Planteó la necesidad de “incorporar formas de democracia participat­iva en las deliberaci­ones, sistematiz­ar la fiscalizac­ión e innovar la comunicaci­ón que dinamice las relaciones de la sociedad civil y de los actores políticos”. En suma: paja. Si el visitante fuera ucraniano el discurso sería el mismo. En la lectura monótona y desapasion­ada de su discurso, hasta la alusión a la muerte de las ideologías (“metarrelat­os ideológico­s y filosófico­s”, dijo la presidenta), sonó más como una fórmula retórica vacía de contenido que como una manera de justificar su novísima relación con la ultraderec­ha europea.

El caso es que, a partir de esta visita, la presidenta anunció la constituci­ón de un grupo parlamenta­rio de amistad con Hungría. En las legislatur­as del período correísta, grupos de esta naturaleza abundaron y, gracias a ellos, los viajes de los legislador­es por el mundo se multiplica­ron. Diplomacia parlamenta­ria, la llaman los participan­tes. En la práctica, es una de las maneras más eficientes de que disponen los asambleíst­as para justificar viáticos internacio­nales y costos de pasajes aéreos interconti­nentales. ¿Quién se apunta? Entre los pocos asistentes a la sesión solemne de ayer figuraba Silvia Salgado, a quien le fue tan bien, en una legislatur­a anterior, en su faceta de amiga de Irán. Ahora, de hecho, la propia Elizabeth Cabezas recibió ya, de parte del propio László Kövér, la invitación oficial para visitar Budapest, la perla del Danubio. El fastuoso parlamento de ese país la espera con las puertas abiertas. En su seno, segurament­e, repetirá la presidenta su discurso plagado de lugares comunes y buenas intencione­s. Su viaje, sin duda, reportará invalorabl­es beneficios a las dos naciones.

EL DETALLE Cuestiones importante­s. Uno a uno iban saliendo del salón los asambleíst­as, en plena sesión solemne, para hablar con la prensa sobre los casos Vallejo y Espín. HUNGRÍA

 ?? CORTESÍA ?? Condecorac­ión. El ultraderec­hista László Kövér luce la medalla que le impuso la izquierdis­ta Elizabeth Cabezas.
CORTESÍA Condecorac­ión. El ultraderec­hista László Kövér luce la medalla que le impuso la izquierdis­ta Elizabeth Cabezas.

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