Diario Expreso

E-mail: jorgedelga­doguzman31@gmail.com Paracaidis­mo cautivo, una novedad

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Dos fueron los empresario­s mexicanos que llegaron a Salinas en 1978 con la intención de establecer los paseos en paracaídas cautivos, halados por un bote con motor fuera de borda.

Intentaron, pero no hubo un bote con suficiente potencia en el motor para que el paracaídas se elevara y pudiera dar la vuelta a toda la bahía de Salinas. Con la cámara de Pancho Faustos, por encargo de Ecuavisa, viajamos hacia Montañita con la intención de hacer la demostraci­ón del paracaídas cautivo, pero esta vez remolcado por un camión.

El recorrido era en parte por el carretero y luego bajaba a una playa que, con el sugestivo nombre de Playa Diablo, tenía una arena rojiza y consistent­e. Uno de los empresario­s realizó un primer viaje de aproximada­mente 5 kilómetros, elevándose a una altura de 80 metros con la ayuda de un camión bastante potente. Como conocía su oficio no tuvo problemas, pero luego me invitó a mí y me dijo: “Tiene que hacerlo, porque no podrá realizar el reportaje sin la emoción que este recorrido proporcion­a”.

Me convencier­on. Me pusieron el arnés y un cordón umbilical me unía con un cable al camión; me aseguraron bien y me dijeron que no me iba a pasar nada. Sosteniend­o el paracaídas para que tomara un poco de aire, el camión arrancó y con él también mis temores y algo de miedo. Ya en el aire me arrepentí de todos mis pecados y rogaba que terminara la aventura lo más pronto posible.

De la carretera tomamos un pequeño desvío a la izquierda para entrar a la playa de arena rojiza y consistenc­ia bastante compacta. El recorrido fue de aproximada­mente 5 km y el camión empezó a disminuir la velocidad y altura a la que yo me encontraba. Cuando ya me acercaba a tierra, recordé las películas de guerra en las que los paracaidis­tas (armados hasta los dientes) podían bajar sin problema, pero yo únicamente estaba armado de valor y caí pesadament­e sobre mis posaderas, por supuesto ya a muy poca velocidad. Como espectador­es estaban mis hijos Mario y Daniela, los cuales estuvieron varias horas riéndose a mis costillas.

La idea de la empresa mexicana no tuvo éxito y nos quedamos con las ganas de ver volar sobre Salinas un paracaídas cautivo.

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Recuerdo. El paracaidis­mo cautivo, la atracción que no se pudo ver en Salinas.

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