Walter Vargas, uno de los últimos alfareros que quedan en Samborondón
La menestra de fréjoles en olla de barro cocida, hervida sobre carbones será pa’ mí la preferida.
Es una comida diferente tiene sabor campesino, bendito aquel recipiente cacerola del suelo mismo. Digna cazuela de barro con maduro ya curada, llena de verde y pescado sobre er fogón reposada.
Latón con brazas ardientes la cazuela será tapada, esos carbones fulgentes harán costra anhelada.
En los balcones floridos veo macetas guindadas, crecen hermosos lirios, rosas, gardenias o dalias. Hacer jarras, macetas es un arte milenario, los cántaros y cazuelas tiene uso extraordinario.
Don Walter Vargas León un maestro alfarero, viejo ollero del cantón de sacarse el sombrero.
Vive modelando barro en su la torno prodigioso, experimentado artesano se lo ve bien afanoso. Mientras nos saludamos y entramos a conversar, utilizando ambas manos nunca deja de trabajar.
El torno de madera gira poniendo pellas de lodo, en cada vuelta que vira le da forma en acomodo.
Sus dedos bien responden modelando tales figuras, a su capricho responden van formando esculturas. Vi hacer ollas grandes y también pequeñas, poniéndolas a parte con sus propias señas.
Otro hacía maceteros Omar Tapia se llama, experto en floreros ha ganado buena fama.
Esta notable tradición con el barro trabajar, le viene de generación don Walter sabe contar. Mi padre me la heredó don José Vargas Franco, nacido en Samborondón bello lugar paradisiaco.
Excavando tierra virgen que no haya sido hurgado, onde planta no germine ni arroz hubo sembrado. De allí se extrae el lodo sin demora ensacado, cargándolo sobre lomo al taller es transportado. Los sacos son descargados y puestos en pozo grande el lodo será remojado pa’ que este se ablande.
Estarán listas pa’ meter al horno a quemarlas, la hoguera al arder empieza a cocinarlas.