Subordinación a las apariencias
EDITORIAL
Está ocurriendo de una manera preocupante, más todavía cuando se advierte su vertiginoso crecimiento, el mal hábito de someternos a las apariencias. Cuando la deleznable actitud proviene de las esferas gubernamentales genera en los ciudadanos una sensación de tomadura de pelo que les va acumulando malestar, puesto que cuando el tiempo muestra la realidad de los hechos, emerge y se hace visible el juego de las apariencias, como una forma viciada de ejercer la administración de la República.
El asunto no es un tema menor y es obligatorio exigir que cada quien, respecto a sucesos negativos que se suceden día a día, asuma sus responsabilidades, sin entrar en la serie de malabarismos verbales que se ha visto eje- cutar con cierta impudicia en casos recientes, como la fuga de un funcionario que estaba bajo custodia de un grillete.
Lo peor de todo es que después de cada caso que termina sin mayores explicaciones, otro suceso llamativo reemplaza al previo y busca hacerlo olvidar; con los involucrados en el anterior se procede a realizar un “arabesco lateral” y luego se les otorga otra función de igual o mayor relevancia.
Así las cosas, hasta ahora no se conocen con certezas las cifras reales del endeudamiento ecuatoriano que se divide y subdivide en tantos rubros cuanto la necesidad de ocultar la violación de la ley que establece un tope- determine.
Por supuesto, procedimientos semejantes aparecen también en el comportamiento ciudadano. Pocos viven de acuerdo con las reales posibilidades de su economía,
No cabe consolarnos, autoengañarnos, con apariencias. Superar la realidad requiere aceptarla tal cual se presenta’.