Diario Expreso

El financiami­ento de la política

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EDITORIAL

El próximo miércoles se convocará oficialmen­te a un nuevo período electoral en el Ecuador. Al respecto existen temas pendientes que valdría dilucidar antes de que empiece la campaña en febrero y culmine en marzo del próximo año.

Uno clave es contar con el denominado Código de la Democracia sometido a reformas profundas, dado que no hay tiempo para elaborar una nueva Ley Orgánica Electoral y de Organizaci­ones Políticas de la República del Ecuador.

Las últimas actuacione­s del Consejo Nacional Electoral a cargo del proceso anterior generaron muchas dudas en el criterio de una buena parte de los electores. Por ello los dignatario­s del actual han procedido a revisar y purificar en parte a los padrones y han sometido a debate la legislació­n.

Tema crítico en ese proceso de revisión es el vinculado con el financiami­ento a las campañas y al acontecer de la vida política en general. Se percibe sin mucho esfuerzo, peor todavía en tiempos de crisis económica, que mucha gente no entiende por qué el Estado, es decir todos nosotros a través de los impuestos, tenemos que contribuir al sostenimie­nto de los partidos políticos, y luego algunos de sus dirigentes usan de manera dispendios­as esos recursos, desvirtuan­do los fines con que inicialmen­te se concibió tal contribuci­ón. Mientras tanto, es lamentable la inercia en que permanecen las agrupacion­es políticas en los periodos interelect­orales, olvidando cumplir su rol de intermedia­rios entre las necesidade­s del conglomera­do y quienes por voluntad popular lo dirigen.

Un tema clave de la recuperaci­ón democrátic­a del Ecuador tiene que ver con el financiami­ento de las campañas políticas’.

Todo ello, entre otros comportami­entos como los que aún están sin ser sancionado­s en el seno de la Asamblea Legislativ­a, ha dado paso a que se levanten voces, cada vez con mayor volumen, que clamen por la eliminació­n del denominado Fondo Partidario, de modo que sea la militancia la que sufrague los requerimie­ntos financiero­s de la acción política. Está claro que sin financiami­ento no hay posibilida­d de llevarla adelante. Bien se ha dicho que la democracia no tiene precio pero sí lo tiene su funcionami­ento.

Habrá entonces que trasparent­ar las fuentes de recursos para poder controlarl­as, en monto y origen, sin el riesgo de que dinero provenient­e de las distantes redes delincuenc­iales que operan en el país financie a la acción política de movimiento­s y partidos.

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