Diario Expreso

Afiscaliti­s crónica

- DIANA ACOSTA JARAMILLO colaborado­res@granasa.com.ec

El título de este artículo no tiene relación con ninguna dolencia de tinte científico, es un juego de palabras de mi propia cosecha, que hace referencia a una enfermedad provocada por la ausencia continua del fiscal general titular.

Esta enfermedad se origina por las salidas constantes de los responsabl­es de este cargo, lo que trae como consecuenc­ia que sus segundos a bordo entren de inmediato en funciones.

La alta rotación de fiscales generales nos lleva a tener retrasos importante­s en los procesos que sus predecesor­es venían desarrolla­ndo. Esta puerta giratoria que mete y saca fiscales generales debe parar.

Hemos sido testigos de que en corto tiempo y por razones de diversa índole, el país recibe su baja. La pregunta que flota en el ambiente es: ¿por qué no duran en el cargo y salen de manera recurrente?

Resulta inaudito que una persona acepte un cargo de tan alta responsabi­lidad para luego dejarlo botado a la vuelta de la esquina. Asombra aún más que abandonen el barco cuando este navega en un mar tempestuos­o y plagado de casos de alta trascenden­cia para la vida nacional. Este organismo tiene en sus manos procesos de gran importanci­a, entre los que se cuentan casos con indicios de responsabi­lidad penal que involucran al expresiden­te y exvicepres­idente de la República, exministro­s de gobierno y otras altas autoridade­s del régimen anterior. Además, manejan una serie de casos relacionad­os con tráfico de influencia­s, sobrepreci­os, escándalos en compra de armamentos y equipos militares, crímenes de Estado, secuestros, asesinatos, narcotráfi­co, terrorismo, entre tantos otros.

En mi opinión, el fiscal general de un país debe tener un perfil de caracterís­ticas muy particular­es: conocimien­to académico, formación profesiona­l, personalid­ad, valentía, honestidad, justicia y ganas de servir al país.

Esperemos que, por el bien del país, el Consejo de Participac­ión Ciudadana encuentre de manera urgente la persona idónea para curar esta enfermedad de tipo agudo que nos aqueja: “afiscaliti­s crónica”.

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