El suicidio, una vía de escape para el 30 % de los femicidas
Según expertos, los agresores de mujeres generalmente no huyen luego del crimen ❚ Los que no se matan acuden a las autoridades para entregarse
LA FRASE Nosotros somos machistas porque las sociedades en que vivimos nos convirtieron de esa manera... RESOLUCIÓN PARA SABER
No es cobardía, es solo una demostración de machismo en su máxima expresión. El 30 por ciento de los hombres que matan a su pareja terminan suicidándose o lo intentan; y los demás se entregan a las autoridades luego de cometer el femicidio.
Así lo resaltó el sociólogo Jorge Cortez González, de nacionalidad española, durante el II Congreso Internacional sobre Violencia de Género y Femicidio y una nueva temática: ‘Los hijos del femicidio’, inaugurado la mañana de ayer en el auditorio de la Municipalidad de Samborondón.
Un simposio en el que hombres y mujeres hicieron un análisis de este flagelo que se presenta a nivel mundial y que termina destruyendo además a los hijos y por ende a la familia.
Un tema que en Ecuador no pasa inadvertido. Según María Leonor Jiménez, expresidenta de la Corte Provincial del Guayas y quien retomó su cargo como jueza de la Sala Especializada Penal, aproximadamente 70 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o sus ex en lo que va de este año en el país.
Desde 2011, la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu) ha registrado 905 femicidios. Entre enero y julio de este año, el organismo registró 51 casos a escala nacional. Se desconoce con exactitud en cuántos de ellos sus agresores terminaron también con su vida.
De acuerdo con los expertos, reitera Cortez, el femicida termina suicidándose o camino a la cárcel, porque “el objeto de su existencia desaparece cuando la mata... decía tener razón para hacerlo”.
Desde su experiencia, lo que se busca es una transformación desde abajo. Lo que implica un cambio en la mentalidad del hombre y de la cultura machista, arraigada en muchas sociedades. Pues, como dice Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), “ni la tipificación del delito ni su visibilización estadística han sido suficientes para erradicar este flagelo que nos alarma y horroriza cada día”.
Uno de los cambios que ha experimentado la psicóloga Isabel Pérez Amores, en el centro de salud donde labora en España, y que los compartió durante el Congreso, son los protocolos que comenzaron a aplicarse para garantizar la seguridad de las víctimas de violencia. Esto implica el acompañamiento de los profesionales de la salud o el derecho de las víctimas a que se respete su confidencialidad. Se activa un protocolo en situaciones extremas, valorándose no solo el entorno sino el riesgo.
Si la víctima no quiere denunciar, también se aplican otras medidas y se envía la información a la Fiscalía, para que esta indague. Y si la mujer quiere regresar con su agresor, continúa recibiendo asistencia psicológica.