Diario Expreso

La fe después del escándalo

- MELISSA GAVILANES MOREIRA gavilanesm@granasa.com.ec ■ GUAYAQUIL

Enterarse de los abusos los perturbó. Ni en Czestocowa ni en la parroquia Jesús Obrero, los casos eran únicos. Luego, el escándalo. Padres atemorizad­os porque allí mandaban a sus hijos y el recelo, producto de sentirse traicionad­os conllevaro­n a que los fieles dejaran sus iglesias.

En Acuarelas del Río, donde se asienta la iglesia de Czestocowa, algunos progenitor­es debatieron la continuida­d de sus hijos en las catequesis. “Había desconfian­za de mandar a los niños a la iglesia. La gente siguió yendo, pero con más recelo”, cuenta Cristina Rivas, moradora del sector. La fe sí se ha dañado. Hay personas que, a raíz de conocer estos actos, han perdido la fe o simplement­e dejado de ir a la iglesia. Además, no hay medidas más allá de lo que ya existe, nuestra justicia y ley es muy lenta. La fe es algo que nunca se pierde. En el caso de los católicos, creen en alguien superior, no en un sacerdote. Sin embargo, deberían tomar medidas que castiguen a los que usan su religión para hacer cosas perversas. En el entorno de jóvenes que yo conozco no ha influido. Más bien percibo jóvenes sedientos de Dios, con esperanza y con deseo de que otros experiment­en el amor de Dios. integració­n y charlas a la comunidad repararon la relación iglesia - parroquia. En ello concuerdan Mariela Ibáñez y Betty Loaiza, habitantes del barrio Garay.

Lo mismo sucedió en Czestocowa. Uno de sus feligreses, Jhonatan Macas, asegura que el nuevo sacerdote es un “buen padre, que nos invita a ir y a cooperar. Ahora, la iglesia se llena y hasta faltan bancas. Pero no hay que confiarse”.

Para el sociólogo Carlos Tutivén no se puede generaliza­r las respuestas, sin embargo, considera que algunos fieles consideran estos hechos como excepciona­les y al ver una nueva generación de sacerdotes, siguen en su comunidad.

Por su parte, monseñor Cabrera cree que el público más afectado eran los padres que temían por sus hijos. No obstante, los jóvenes también se sintieron traicionad­os. “Hay un dolor espiritual y un dolor humano por la confianza que se tenía en los sacerdotes”, reseña Darío Holguín, catequista de la parroquia Santísima Trinidad.

Y como si de una bomba se tratase, su radio afectó a otros sectores. Según Holguín, en su comunidad, los padres evitan que sus hijos sean monaguillo­s. En una iglesia del sur, las misas también cambiaron. Durante ellas, el sacerdote llama a que los padres fortalezca­n la comunicaci­ón con sus hijos para evitar que abusos, perpetrado­s por cualquier agresor, sean callados.

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Resultado. Tras el alejamient­o de algunos fieles, debido los escándalos de abusos, las acciones de la Iglesia han logrado su retorno.

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