PREVENCIÓN
Muchos venezolanos salen a las calles con sus viejos celulares analógicos. Como precaución, los smartphones los dejan en casa o nunca los sacan de sus bolsos.
Marcano vive en una casa enrejada en el este de Caracas. Su hijo dejó la universidad y emigró a Italia con su padre, luego de que, mientras conducía, dos muchachos en moto le pusieron una pistola en la cabeza para quitarle el celular. Ella y una sobrina lo acompañaban.
“Yo gritaba como loca: ‘¡dáselo!’ Vino a mi mente mi hermano. La inseguridad está matando a jóvenes y viejos. Cualquiera está expuesto. Te roban en la calle, en la playa, en el mercado, en el hospital... ¡Terrible vivir así!”, lamenta Yamileth.
Como ella, muchos en Venezuela usan un celular analógico en la calle. El smartphone se deja en casa o nunca se saca de la bolsa.
Aún está en la memoria de los venezolanos el crimen de la ex Miss Venezuela, Mónica Spear y su esposo, baleados por delincuentes en 2014 en una carretera donde se había averiado el vehículo en el que iban de vacaciones. Su pequeña hija quedó herida.
En Caracas surgió una iniciativa para acompañar a quie- nes sufren problemas en la vía. Con chalecos fosforescentes, cascos, gafas oscuras y radioteléfonos, seis hombres viajan raudos en sus motos para rescatar a Carmen García, estudiante de medicina que se quedó varada en una autopista.
Tardaron solo ocho minutos en llegar desde que Carmen, temiendo un atraco o secuestro, activó en el celular la aplicación Pana. Los llamados “operadores de acompañamiento” la escoltaron hasta un sitio seguro.
“Damos seguridad, pero también atendemos la ansiedad cuidando, asistiendo. Tranquilizamos al cliente por teléfono y cara a cara. El servicio es rápido, confiable, simple. No todos pueden tener escoltas o blindar un carro”, comentó Domingo Coronil,
Al ocultarse el sol, la soledad reina en las calles de Caracas y otras ciudades del país, castigado además por una grave crisis económica. Otrora llenas de luz y bullicio, las noches venezolanas se apagan. “Mi vida nocturna se redujo totalmente. Antes salía todos los fines de semana, ahora muy poco. Desde que salgo de mi casa me siento en peligro. Si voy a la discoteca, pago transporte a un conocido, no confío en los taxis”, dice Adrialis Barrios, comunicadora de 23 años.
Muchos prefieren las reuniones en casa. Es más seguro y barato. Algunos rumberos arriesgados optan por esperar a que amanezca para volver a casa.