Diario Expreso

Mónica y el emprendimi­ento

- ✑ RUBÉN MONTOYA VEGA colaborado­res@granasa.com.ec

El mundo, con todos sus logros y avances, se debe en buena medida a seres humanos que tienen en su ADN la virtud del emprendimi­ento. Sin ellos, por ejemplo, no podríamos comprar libros por internet (Jeff Bezos, Amazon), ni consultar al segundo la más grande biblioteca de la historia (Larry Page, Google) y escribiría­mos en ordenadore­s toscos y no en las maravillas que nos legaron Steve Jobs y Bill Gates. Y en India y Bangladesh habría por lo menos 27 millones más de pobres, que no lo son porque el alma generosa de Muhammad Yunus inventó el microcrédi­to marginal y su Banco de los Pobres hoy inspira a cientos de emprendedo­res solidarios por el mundo.

Haga una prueba: pregunte quién creó la empresa donde Ud. trabaja; quién la levantó; de qué mente transgreso­ra y valiente surgió la idea. Y entonces tal vez se conteste: “por él (o ella) de algún modo estoy aquí”. Sin ellos el mundo seguiría rodando, sin duda, pero habría menos luz, menos entendimie­nto.

Está aquí, en Guayaquil, una mujer que se rebeló contra las imposicion­es educativas de su país y de su época (el Chile de Pinochet) e inventó un método revolucion­ario de enseñanza. Se lo puede discutir, pero no negar su valor transforma­dor ni su éxito. “Yo me embaracé de mi idea desde que tenía 5 años”, me cuenta ella, para explicar desde qué lejanos tiempos le llegó la certeza de que a los niños hay que enseñarles con juegos y de que las profesione­s se deben “aprender haciendo”. Hacer para Ser.

Creó su escuela en Chile, y la exportó a Ecuador, El Salvador y Argentina. Las vio crecer y las dejó volar. Pero su huella potente está “aunque no estés”, como le dice, cariñoso, un alumno de vieja data. Es Mónica Herrera, la semilla de lo que hoy es la Universida­d Casa Grande. La profesora de miles de alumnos, algunos de los cuales la llaman “Alma Mater”, sembradora de almas. Rebelde con causa, su ropaje de 70 y tantos años no logra esconder a la niña que se embarazó de su idea cuando tenía 5. Sigue teniendo esa pasión, que es el santo y seña de los emprendedo­res. De esos que van contra la corriente porque saben que si todos nadamos con ella lo único que nos espera es una fosa común y gris.

Sin los emprendedo­res el mundo seguiría rodando, sin duda, pero habría menos luz, menos entendimie­nto...’.

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