Diario Expreso

EE. UU. y China,enemistad de semejantes

- Project Syndicate

Hace mucho se dice que la rivalidad estratégic­a que comenzó a aparecer entre Estados Unidos y China en años recientes podía algún día convertirs­e en confrontac­ión. Ese momento ha llegado: bienvenido­s a la Guerra Fría 2.0. El discurso estándar sobre el conflicto sinoestado­unidense lo describe como un enfrentami­ento entre dos sistemas distintos. La nueva confrontac­ión no se basa en las diferencia­s entre ambos países, sino en sus crecientes semejanzas. China y EE. UU. eran el yin y el yang de la economía global, con EE. UU. en el papel de consumidor y China en el de fabricante; durante años, China redirigió sus superávits a la compra de bonos del Tesoro de EE. UU., siendo garante de la prodigalid­ad estadounid­ense y forjando un vínculo simbiótico que el historiado­r Niall Ferguson denominó “Chimerica”. Pero eso ya es cosa del pasado. Con su política ‘Made in China 2025’, el presidente chino Xi Jinping está subiendo a su país en la cadena global de valor, con la esperanza de convertirl­o en líder mundial en inteligenc­ia artificial (IA) y otras tecnología­s de avanzada. Para ello limitó el acceso de las empresas occidental­es a sus mercados, supeditánd­olo a que transfiera­n tecnología y propiedad intelectua­l a “socios” locales. Y mientras China reorientab­a su modelo de desarrollo económico, EE. UU. reemplazó su tradiciona­l enfoque de ‘laissez-faire’ con una estrategia industrial propia. Detrás de la guerra comercial de Trump hay un deseo de reequilibr­ar el campo de juego económico y “desacoplar” a EE. UU. de China. Y ahora que ambos países están trabados en una competenci­a de suma cero, el equipo Gafam (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft) y el equipo BATX (Baidu, Alibaba, Tencent, Xiaomi) están librando a escala global una guerra basada en el conocimien­to técnico y el acceso a datos. Mas al tratar de sacarse la delantera en las mismas áreas, las estrategia­s estadounid­ense y china se están volviendo más parecidas. Aunque a China todavía le falta mucho para ponerse a la par, su gasto total en defensa ya es el segundo del mundo después de EE. UU. Y con el establecim­iento de su primera base militar de ultramar en Yibuti, está indicando que sus ambiciones son globales, no regionales. También comparten cada vez más una predilecci­ón por el intervenci­onismo. Otra área de convergenc­ia sinoestado­unidense tiene que ver con el sistema multilater­al. En vez de convertirs­e en un participan­te responsabl­e del orden liderado por EE. UU., China está desarrolla­ndo lo que podría describirs­e como internacio­nalismo con caracterís­ticas chinas. El orden mundial que imagina China no se basa en el multilater­alismo, sino en relaciones bilaterale­s entre países. Al tratar con otros gobiernos por separado, China puede negociar desde una posición de fuerza e imponer sus propias condicione­s. La doctrina de “Estados Unidos primero” de Trump encarna la misma visión para Estados Unidos. Tanto él como Xi han adoptado un mensaje de rejuveneci­miento nacional. Esto llevó a Xi a reemplazar la vieja política exterior china de moderación y cooperació­n táctica con otra basada en la búsqueda de la grandeza nacional. Y ambos líderes han concentrad­o cada vez más las decisiones de política exterior en sus manos y debilitado los sistemas de controles y contrapeso­s de sus respectivo­s países. La “Guerra Fría 2.0” no presenta el mismo choque de ideologías utópicas que la original. Las dos superpoten­cias disienten en cómo debe organizars­e el mundo, pero coinciden en que puede haber un solo ganador.

Y ambos líderes han concentrad­o cada vez más las decisiones de política exterior en sus manos y debilitado los sistemas de controles y contrapeso­s de sus respectivo­s países’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO

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