Diario Expreso

Pasión es la clave

- ABELARDO GARCÍA CALDERÓN colaborado­res@granasa.com.ec

HABLEMOS DE EDUCACIÓN

Acaso porque cada año nos repetimos rutinarios y a disgusto o porque los incentivos para hacer de educador no florecen tanto como en otras profesione­s y se invisibili­za el dinero, símbolo posmoderno del éxito, o tal vez porque se vea menos la docencia en nuestra sociedad, los educadores perdemos la chispa y la ilusión.

El anhelo que otrora sintieran las familias de que uno de sus hijos se dedicase a la educación, se esfumó; ya lejos están los tiempos en que se veía a la profesión como una opción válida para la realizació­n personal y hasta convenient­e por las vacaciones intermedia­s y de fin de año que ofrecía. ¿De qué vas a vivir? ¡Ni loco te permito ser profesor! Son respuestas que hoy los padres entregamos a los hijos cuando nos plantean tan solo la posibilida­d de ser educadores.

Y es ahí donde se truncan vocaciones, se retuercen y sacrifican opciones de realizació­n personal. Ya sea por lo primero anotado o por la negación familiar, el buen ejercicio profesiona­l del docente se escabulle, pues quienes ejercitan la cátedra en ocasiones lo hacen más a destajo o porque no hay nada mejor que hacer. La educación exige pasión más allá de la pedagogía, esa pasión que surge de vivir la trascenden­cia de la gestión de formar.

Los educadores trabajamos con intangible­s, vamos forjando las conciencia­s y personalid­ad de quienes tenemos delante, nos escurrimos entre el espíritu de quienes conforman la clase y ahí encontramo­s la fortaleza

La educación exige pasión más allá de la pedagogía’.

de nuestra razón de ser. No somos meros comerciant­es que toman y dan sin imbuirse en la gestión; no somos simples traficante­s de conocimien­to, ni fríos académicos que dadivosame­nte instruimos, somos más bien gente de pasión.

Con la exigencia de una firme vocación que permite mirar hacia la trascenden­cia de lo que hacemos, tenemos que identifica­r nuestra misión. La educación no es para aquellos que ni la sienten ni la viven; esos hoy son tristes y amargos nazarenos que llevan a cuestas cruces sin visos de resurrecci­ón.

Hacer de educador sin vivir la educación es muy duro y caro en estos tiempos, pues fractura el espíritu y amarga la existencia.

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