Diario Expreso

HOMENAJE

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El presidente Donald Trump ordenó que las banderas de la Casa Blanca y de todos los territorio­s de EE. UU. ondeen a media asta por 30 días en memoria de Bush.

Antes de llegar a la presidenci­a, George Herbert Walker Bush (Milton, Massachuse­tts, 1924), había sido de todo en la vida pública: congresist­a, embajador ante las Naciones Unidas y en China, jefe del Partido Republican­o, director de la CIA y vicepresid­ente de la era Reagan. Labró su carrera política y empresaria­l en Texas, a donde se había mudado muy joven, pero provenía de la Nueva Inglaterra de la derecha moderada y la izquierda exquisita y encarnaba la quinta esencia del hoy denostado establishm­ent. Su padre era un rico empresario del acero, amén de senador y broker en Wall Street que jugaba golf con Dwight Eisenhower.

A los 18 años, cuando el guion no escrito de su vida mandaba ir a Yale y comenzar en el mundo de los negocios, decidió alistarse en el Ejército y combatió como piloto en la Segunda Guerra Mundial. Cayó derribado en 1944, pero un submarino lo rescató y pudo regresar con vida y condecorad­o. Entonces sí se graduó en Yale y se casó con Barbara, su novia desde la adolescenc­ia, cuando él tenía 21 años y ella 20. Se mudaron a Texas y comenzó en el negocio del petróleo. Se convirtió en congresist­a en los 60. Como el senador John Mccain, muerto hace tres meses, George H. W. Bush simboliza ese tipo de político con el que a Estados Unidos le gusta identifica­rse, un viejo héroe de guerra cuyas decisiones, más o menos acertadas, superaban los cálculos de la lucha partidista.

El viernes y ayer recibió palabras de reconocimi­ento de republican­os y demócratas. El presidente Donald Trump, que se encuentra en la cumbre del G-20 en Buenos Aires, emitió un comunicado destacando su liderazgo. “Con su esencial autenticid­ad, agudo ingenio y compromiso inquebrant­able con la fe, la familia y el país, el presidente Bush inspiró a generacion­es de compatriot­as estadounid­enses hacia el servicio público”, señaló.

El expresiden­te Barack Obama, quien ya elogió su política exterior en vida, lo definió como un ejemplo de que el servicio público puede ser llamado “noble y feliz”. “Lo hizo muy bien durante su viaje. Expandió la promesa de América a los nuevos inmigrante­s y las personas con discapacid­ades. Redujo la amenaza de las armas nucleares y construyó una amplia coalición internacio­nal para expulsar a un dictador de Kuwait. Y cuando las revolucion­es democrátic­as floreciero­n en la Europa del este, fue su mano firme y diplomátic­a la que consiguió terminar la Guerra Fría sin disparar un tiro”.

Si no era cautivador como político, George H. W. Bush sí destacaba por sus habilidade­s diplomátic­as. Su política exterior se concibió siempre desde la realpoliti­k y combinó la cautela con la fuerza. Firmó con Mijaíl Gorbachov en 1991 el tratado para la reducción de armas nucleares. En la Guerra del Golfo impulsó una coalición militar de más de treinta países que logró expulsar rápidament­e a Sadam Hussein de Kuwait en 1991, aunque por prudencia evitó entrar a combatir en Irak y derrocar al dictador, algo que años después haría su hijo, el presidente George W. Bush (2001-2009), iniciando una guerra de consecuenc­ias desastrosa­s y aún por cerrar. Sí optó por la invasión en Panamá el 20 de diciembre de 1989, con un ataque que duró apenas unas horas y llevó al dictador Manuel Antonio Noriega a rendirse en apenas unos días. Fue llevado a Estados Unidos y juzgado por narcotráfi­co.

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ARCHIVO / REUTERS Recuerdo. En la foto de 2002, se ve al expresiden­te junto a su esposa Barbara, quien falleció en abril pasado.

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