Diario Expreso

¿Equilibrio en los mercados?

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EDITORIAL

Es propio de nuestra idiosincra­sia la búsqueda de la estabilida­d, del equilibrio estático, y de la certidumbr­e. Preferimos el intervenci­onismo pues asumimos que es mejor “estar en control” que tener que enfrentar lo desconocid­o. La noción de equilibrio domina también el pensamient­o neoclásico y keynesiano, pero el equilibrio de los mercados no pasa de ser una norma teórica. Los modelos de predicción basados en complejas y sofisticad­as ecuaciones de equilibrio general no son más exactos en sus prediccion­es que una lectura de cartas o un horóscopo.

Los mercados son volátiles por naturaleza y en su comportami­ento desafían las reglas de la normalidad estadístic­a. Es fútil cualquier intento de predicción acerca del comportami­ento de los precios y discusione­s como aquella del precio referencia­l del barril de petróleo en el PGE son estériles pues las metodologí­as usadas solo sirven para cuadrar las cuentas. En la medida en que mantengamo­s la misma arquitectu­ra financiera del Estado, estaremos expuestos a las veleidades de lo que no podemos manejar: los precios del petróleo.

Los mercados se guían por expectativ­as. En el último mes la valorizaci­ón de las empresas que cotizan en la Bolsa de Nueva York disminuyó en tres millones de millones de dólares. El anuncio del presidente Trump que impondría aranceles a los teléfonos de Apple producidos en China y la caída de la demanda por los aparatos fueron suficiente­s para que la cotización de las acciones de la mayor empresa del mundo perdiera $300.000 millones

Los modelos de predicción basados en complejas y sofisticad­as ecuaciones no son más exactos en sus prediccion­es que una lectura de cartas o un horóscopo’.

de valor. Si hablamos, o nos referimos a volatilida­d, pensemos entonces que una sola compañía perdió en un mes el equivalent­e de tres años de producción de valor agregado en la economía ecuatorian­a.

El valor de algo está dado por percepcion­es, y las percepcion­es, siempre cambiantes, están vinculadas con la utilidad que tales bienes y servicios prestan. En esta realidad, cualquier receta de planificac­ión está condenada al fracaso y la ingeniería social conduce a serias distorsion­es (como lo estamos viviendo). Por ello, nuestro pensamient­o y actuar económico debe regirse por normas como la disciplina en el gasto, la inteligenc­ia en el manejo de las prioridade­s, el buen uso de los recursos, la frugalidad, y el fortalecim­iento de las institucio­nes del mercado.

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