Diario Expreso

El populismo a la carga

- ✑ JOAQUÍN HERNÁNDEZ ALVARADO colaborado­res@granasa.com.ec

El populismo en América Latina no se ha ido y está aguardando una nueva oportunida­d en aquellos países donde su gestión ha resultado desastrosa y corrupta. En otros, como es el caso de México, donde el líder de la llamada Cuarta Transforma­ción, Andrés Manuel López Obrador acaba de asumir la presidenci­a de la República, está por comenzar.

El optimismo de las élites políticas, económicas y culturales latinoamer­icanas es que el fracaso de los gobiernos populistas en sus respectivo­s países equivale a la puesta de una especie de vacuna antipopuli­sta que garantiza el retorno a las democracia­s liberales; es excesivo y hasta ingenuo. Los problemas que dieron la victoria a los líderes populistas hace unos años no han desapareci­do, sino que se han acrecentad­o, fruto, por supuesto, en buena medida de la destrucció­n de las institucio­nes que aquellos llevaron a cabo sistemátic­amente.

Los ciudadanos viven en su mayoría al día y pertenecen, sin saberlo, a la escuela del filósofo escocés David Hume: no ven la causa y el efecto en los hechos que les afectan. Establecer una relación desde la corrupción del poder judicial, socavado en su autonomía por las consignas políticas, y los delincuent­es que actúan con una sorprenden­te impunidad, resulta un razonamien­to demasiado largo y difícil, sobre todo si se acaba de sufrir un asalto en plena calle o un robo en su casa.

Un dato más. El prestigio de que antes gozaban las élites ha terminado. Por varias razones. Una, por el mismo populismo, cuya ideología, como señalaba hace poco The Guardian, parte de la premisa de la división fundamenta­l en la sociedad entre dos grupos antagónico­s, “los puros y la élite corrupta”, y que la política es la expresión de algo tan inefable como “la voluntad del pueblo”.

Otra, por la hegemonía de una narrativa igualitari­sta que termina imponiendo las voluntades de unas minorías hasta convertirl­as en patrón de conducta.

Y una última, aunque hay más: la pérdida del sentido común que el populismo promueve con sus mascaradas nacionalis­tas y su manipulaci­ón de la historia.

Los ciudadanos viven en su mayoría al día y pertenecen, sin saberlo, a la escuela del filósofo escocés David Hume’.

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