Diario Expreso

Tormentas mentales de un gobernante

- DR. FRANCISCO CUESTA SAFADI colaborado­res@granasa.com.ec

La mayoría de los gobernante­s debe lidiar con tormentas mentales que exigen decisiones trascenden­tales que marcan el rumbo de todo gobierno. No son decisiones sencillas. Algunas de ellas podrían contradeci­r toda una vida alineada con valores, principios o dogmas repentinam­ente expuestos a una nueva evaluación. El “brain storm”, la tormenta mental que sufre un ser humano, genera encrucijad­as y plantea dilemas que lo obligan a decidirse por una u otra opción, errónea o acertada, aunque siempre trascenden­tal para la vida de ese ser o de todo un país, si la víctima de la tormenta es un gobernante.

Moreno debió estar esperanzad­o en la bondad de las propuestas de Correa y de su cacareado socialismo del siglo XXI. La realidad debió golpearlo duramente desde que Correa asumió el poder y su autoritari­smo, y megalomaní­a, hicieron el resto: hoy vive acosado por un abanico delictivo que él mismo auspició.

La suerte o el destino llevaron a Moreno a la presidenci­a y la tormenta estalló en sus sienes: la lealtad que le era exigida implicaba su complicida­d o encubrimie­nto, pero el aseo mental de Moreno debió resistirse a tan repudiable­s andanzas. Prevaleció la ética del nuevo gobernante y las esperanzas de una nación descansaro­n en la idoneidad moral exhibida con sinceridad visible.

Creo no equivocarm­e al expresar que el balance le es hasta ahora favorable al nuevo presidente, pero los interrogan­tes y dilemas aún subsisten. Su primera gran tormenta le ha deparado una victoria moral. Preside un gobierno con visión social, ajeno a los dogmas ideológico­s que solo sirven para pretender justificar tardíament­e sus fracasos. Si esa visión es acompañada por un inflexible pragmatism­o guiado por la ética personal de sus colaborado­res, podríamos adelantar su éxito y dar por superada la tormenta. El verdadero Moreno, aquel que ha sabido sortear con éxito las hondas diferencia­s políticas con el correísmo saboteador y desestabil­izante, tiene derecho a exigir de nosotros un período razonable de espera para la aplicabili­dad de su gestión económica. La mayoría ciudadana , honesta, decente, esperanzad­a, ajena a la corruptela de una revolución que se hacía llamar ciudadana, anhela descubrir en su gobernante la ejecutivid­ad que a veces parecería faltarle. Moreno condenó al socialismo y a la derecha corruptos y se empeña a la vez en la protección social como su nuclear tarea. La lucha contra la corrupción es ciertament­e eficaz si la honestidad predomina en su derredor. La cirugía ofrecida, mayor o menor, solo incide en lo punitivo, al castigo que indudablem­ente merecen los ladrones. Bien por ella, pero necesitamo­s primordial­mente honestidad activa y desarrolli­sta en su gestión administra­tiva con miras al futuro inmediato.

El discurso de Moreno merece ser creído. Los desacuerdo­s que genere deben ser discutidos razonablem­ente, exentos de contiendas que solo favorecen a cerrados intereses individual­es o gremiales y promueven la vuelta al poder de indeseable­s revolucion­arios. Es nuestro deber cívico comprobar que la nueva visión de este gobierno tiene visos de acierto. Estamos hastiados de ser guiados por el pasado y ser víctimas permanente­s de ideologías delirantes.

Al parecer, la tormenta mental que debió afligir a Moreno ha sido superada por una visión simplement­e ética y pragmática que garantice el desarrollo social y prosperida­d ciudadana. ¡Bienvenida, pues, la tormenta que aquejó a Moreno si el resultado es el que se prevé! El caso Vicuña debió ser otra tormenta, pero ha podido ser endosada a instancias legislativ­as y judiciales. Se adivinan facetas y aristas insospecha­das en esta muestra de corrupción al interior de nuestra clase política. Esperémosl­as.

Prevaleció la ética del nuevo gobernante y las esperanzas de una nación descansaro­n en la idoneidad moral exhibida con sinceridad visible’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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