Diario Expreso

El mundo que nos legó George H. W. Bush

- Project Syndicate

Trabajé para cuatro presidente­s estadounid­enses (demócratas y republican­os), y tal vez lo más importante que aprendí es que hay poco en lo que llamamos historia que sea inevitable. Lo que sucede en este mundo es resultado de lo que elegimos hacer o no cuando se nos presentan desafíos y oportunida­des. Estos los tuvo de sobra George H. W. Bush, 41.º presidente de los Estados Unidos; y el resultado es claro: dejó el país y el mundo mucho mejor de como los encontró. Bush era amable, decente, justo, abierto de mente, considerad­o, libre de prejuicios, modesto, principist­a y leal. Valoraba el servicio público y se veía simplement­e como el último en la larga línea de los presidente­s estadounid­enses, otro ocupante temporal de la Oficina Oval y custodio de la democracia estadounid­ense. Sus logros en política exterior fueron muchos y significat­ivos, comenzando por la finalizaci­ón de la Guerra Fría, que se dio en forma rápida y pacífica, en parte porque Bush comprendió la difícil situación en la que se encontraro­n Gorbachev y más tarde Boris Yeltsin, y evitó convertirl­a en humillante. Tuvo el cuidado de no regodearse ni caer en la retórica del triunfalis­mo. Esta contención le valió muchas críticas, pero Bush consiguió no despertar la clase de reacción nacionalis­ta que hoy estamos viendo en Rusia. Su otro gran logro fue la Guerra del Golfo. La invasión y conquista de Kuwait por parte de Sadam Huseín vio como amenaza no solo a los cruciales suministro­s de petróleo de la región, sino también al mundo que estaba surgiendo después de la Guerra Fría, por tanto declaró que la agresión de Sadam no quedaría impune. Formó una coalición internacio­nal sin precedente­s que respaldó las sanciones y la amenaza de usar la fuerza; envió medio millón de soldados estadounid­enses al otro lado del mundo para unirse a cientos de miles venidos de otros países, cuando la diplomacia no pudo hacer nada, así liberó Kuwait en cuestión de semanas, con una cifra notablemen­te pequeña de bajas estadounid­enses. Un ejemplo de manual de cómo puede funcionar el multilater­alismo. Aunque el Congreso era renuente a responder a la agresión de Sadam y la votación en el Senado que autorizó la acción militar estuvo a punto de fracasar, Bush estaba preparado para ordenar la futura Operación Tormenta del Desierto aun sin autorizaci­ón de los congresist­as, porque ya tenía el derecho internacio­nal y el Consejo de Seguridad de las NN. UU. de su lado. Bush no se dejó arrastrar por los acontecimi­entos. La misión era liberar Kuwait, no Irak. Cuando las fuerzas estadounid­enses y de la ONU extendiero­n su objetivo estratégic­o en Corea y trataron de unificar la península por la fuerza, Bush resistió las presiones. Le preocupaba perder la confianza de los líderes mundiales a los que había sumado a la coalición y la probable pérdida de vidas. Mantuvo a los gobiernos árabes de su lado para mejorar las perspectiv­as de la iniciativa de paz para Medio Oriente que iba a comenzar en Madrid menos de un año después. El final de la Guerra del Golfo fue caótico, con la permanenci­a de Sadam en el poder en Irak mediante una represión brutal de los kurdos en el norte y de los shiitas en el sur. Un año después, la administra­ción Bush tardó en responder a la violencia en los Balcanes, y pudo hacer más para ayudar a Rusia en sus primeros días possoviéti­cos, mas el desempeño de su gobierno en política exterior sale bien parado en comparació­n con el de cualquier otro presidente estadounid­ense de la historia moderna, o de cualquier otro líder mundial contemporá­neo. Todos debemos estarle agradecido­s. Que en paz tenga su muy merecido descanso.

George H. W. Bush eligió a las personas, fijó el tono y las expectativ­as, escuchó, insistió en seguir un proceso formal. Y lideró’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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