Diario Expreso

Días amargos

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EDITORIAL

Vive el Ecuador días amargos por partida doble. Sí, el mal sabor se duplica cuando los acontecimi­entos de hoy ya fueron escenifica­dos hace poco tiempo. Recién debimos cambiar de vicepresid­ente por motivos de actos de corrupción que se volvieron inocultabl­es. Ahora sucede lo mismo. ¿Se verá a la actual renunciant­e en la cárcel? ¿Tenía el señor presidente alguna referencia de la probidad de la señora legislador­a de su partido cuando la designó como primera en la terna sometida a la Asamblea Legislativ­a?

Esas incógnitas no serán resueltas jamás y hacerlo importa poco.

Ahora, lo que conviene es esperar la resolución de los jueces pero, los rumores son espeluznan­tes en cuanto a la magnitud de insospecha­dos hallazgos.

Pareciera que el rumor está de vuelta como primera actividad política nacional, sin embargo ha perdido la gracia de otros tiempos y se ha vuelto insano, malévolo, podría decirse que perverso.

Vale la pena reflexiona­r respecto a lo señalado. El rumor afecta no únicamente a la honra de las personas, que debería considerar­se sagrada sino, lo que es más grave, a la imagen del país, que necesitand­o de amplio prestigio para aspirar a ser sujeto de crédito solo contribuye con escándalos a la mengua del escaso que le queda.

No obstante, está claro que cuando el río suena, piedras trae. Es lamentable que el desvío de recursos públicos incluya a los destinados a la reconstruc­ción de las provincias afectadas por el más devastador sismo de los últimos tiempos.

No cabe permitir que todo quede como un simple comentario.

Cabe advertir de los riesgos a que se está sometiendo a la República si no se actúa pronto en la eliminació­n de la impunidad’.

Precisamen­te para cuidar del buen nombre de quienes han ocupado cargos de alta relevancia, las cosas deben esclarecer­se integralme­nte y, sobre todo, en razón del buen nombre del país, cada día más deteriorad­o, cada día más convertido en tierra de nadie, donde todo el mundo cree tener derecho a actuar según “su regalada gana”.

Un país de la regalada gana no es un país. Es menos que una de las denominada­s repúblicas bananeras. Un país donde los partidos políticos abusan del electorado otorgándol­e la calidad de candidato a cargos de elección popular al primero que consideran que goza de gran popularida­d, prescindie­ndo de todo otro atributo, ni siquiera es una república bananera, es un país fallido y hacia allá vamos si no se decide pronto y con energía, un cambio de rumbo.

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